Opinión
Falta un día menos para perder las elecciones

España es la pieza de caza mayor que queda por ganar al nuevo tipo de fascismo que viene, que se muestra ya dispuesto a dar el golpe definitivo. Con la unidad de las izquierdas alternativas sería posible frenarlo. Sin ellas, ya sabemos que no, que cada día que pasa nos acercamos a los infiernos de la llamada “Ilustración Oscura”.
Lo que se pondrá en cuestión no es la fecundidad de esta legislatura, lastrada por una débil correlación de fuerzas parlamentaria, será el balance, indudablemente positivo, de los ocho años de los gobiernos de izquierda social-comunista, así definida por las derechas, incluidos los que tuvieron a Unidas Podemos en el ejecutivo. El balance de un proyecto colectivo en el que muchas izquierdas, también las nacionalistas de diversos territorios han dejado huella y marcan el camino a seguir.
Que haya una agrupación electoral de las fuerzas estatales y territoriales bajo un mismo paraguas, no supone más unidad política que la que se pacte. Las primarias conjuntas elegirían a los parlamentarios que ocupen los primeros puestos que podrán seguir teniendo diferencias en algunos temas.
No es este el momento ni el lugar para enumerar las cosas que quedaron a medias. Sabemos que la vivienda será la piedra de toque del desgaste que actuará como boomerang contra las tímidas medidas del gobierno, a pesar de que es el boicot de los gobiernos autonómicos lo que han frenado cualquier cambio que pueda ordenar el mercado. Tampoco es éste el momento y el lugar para reseñar los muchos avances conseguidos en empleo, energía, igualdad de género, salario mínimo, diversidad, pensiones y demás.
Lo evidente es que nos adentramos en una época que supone un cambio de civilización. La referencia histórica de los teóricos de la “ilustración oscura” es la época de reacción que siguió a la Revolución Francesa e reinstauró el viejo régimen aristocrático que consiguió escindir las ideas de libertad e igualdad e implantó democracias limitadas y censitarias en el que solo votaban los propietarios. Sus rasgos permiten anticipar los movimientos de fondo que están ya aquí, tomando cuerpo.
Un camino de “certezas oscuras” perfectamente coherente, diseñado para volver a “poner a cada uno en su sitio”: trabajadores, mujeres, intelectuales, científicos, académicos, nacionalistas, homosexuales… Un proyecto al que patronales y grandes corporaciones miran con interés, pues puede facilitar incrementos de tasas de ganancia nunca vistos. Y que cuenta con el apoyo social creciente de jóvenes varones y, según todas las encuestas, la abstención creciente del voto femenino.
Un primer punto de ese programa es la separación conceptual entre libertad y democracia, identificada con igualitarismo e ineficacia, por su incapacidad para resolver los problemas reales de las mayorías. Algo que los lobbies, los boicots de las fuerzas conservadoras y la maraña de desinformaciones y bulos, con apoyo de diversas cloacas públicas y privadas, se han encargado de convertir en cuasi verídica. De hecho, según el CIS, el 54,9% se encuentra poco o nada satisfecho con cómo funciona la democracia
Los que vemos como inseparables Libertad y Democracia, así con mayúsculas, somos ilusos. Hablamos de libertad refiriéndonos a libertades públicas y abstractas, nutriente de la soberanía popular, mientras la derecha que gana terreno habla de libertades individuales y concretas, como capacidad de elegir colegio, médico, horarios, pareja, ocio, vicios… bienes precisos y sentidos como próximos. No la elección entre sanidad o enseñanza pública y privada, sino entre un médico y otro o entre un colegio y otro. O entre ocios y vicios concretos, opciones múltiples que el capitalismo digital ha consagrado como diversidad real y que el ciber anarquismo engrandece como “viva la libertad, carajo”.
En el anagrama de las derechas alternativas de EEUU, autoridad, libertad y eficacia van juntas. Entienden que es la única forma de poder encarar la hegemonía de China en la batalla tecnológica. Singapur es el modelo capitalista a seguir. Y la UE y su planteamiento colaborativo basado en el consenso y el sentido común, el contraejemplo, el anticristo de las nuevas religiones. Y a por ella van, diga lo que diga el Plan Draghi, coherente en dar pasos hacia la integración.
El otro paradigma es el de las mayorías como sustento del poder absoluto. Acabar con la “dictadura de las minorías” identificada con el wokismo, es la misión. La libertad individual garantiza la diversidad, que es siempre individual, no colectiva. Ese corpus ideológico se expande por el mundo, con la consigna libertaría como paradigma. La libertad está garantizada. Y la tranquilidad social también, mediante cañas, porno, Lorazepam, terraplanismo y Tictoc, en lugar de pan y circo.
Es hora de construir programas con lo mucho que hay en común y flexibilizar alianzas para presentar frentes de cara al futuro. Y dar la batalla por la libertad concreta conectada a avances en la democracia. La construcción de un un ser humano libre, no como ficción abstracta sino por su capacidad real para elegir, fue siempre la utopía revolucionaria que movilizó a las izquierdas.
Es hora también de afinar las acciones de gobierno en los pocos más de veinte meses que quedan hasta las municipales y autonómicas. Si las CCAA bloquean los fondos para construir viviendas, el Gobierno, a través de Sepes, puede iniciar mil programas para construir viviendas con los ayuntamientos que ofrezcan suelo público. No es el momento para que la ministra de Sanidad prohiba fumar en las terrazas, una decisión que serviría en bandeja a Ayuso su campaña libertaria, cuando está rodeada de escándalos conectados, precisamente, con la salud pública.
España es el único país que podría resistir a la tremenda ola reaccionaria llamada a encerrarnos en los conventos mentales más oscuros. Y en las cárceles, cuando proceda, que para muchos procederá. Estamos en una situación que recuerda aquellos versos del poeta peruano César Vallejo que iniciaba con “Niños del mundo/, si cae España -digo, es un decir- …”
Y ya sabemos, que cayó. Y también, tuvo que callar, durante cuarenta años toda entera, mientras socialistas, comunistas, anarquistas, miembros del POUM y algunos liberales siguieron justificando sus tácticas particulares y echando la culpa al otro. Ojalá que esta vez, así no sea.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.