Opinión
Nuestros ricos no llegan a fin de mes


Por Israel Merino
Reportero y columnista en Cultura, Política, Nacional y Opinión.
-Actualizado a
Es bastante triste –jode mazo– que algunos de los personajes mejor escritos en castellano durante el siglo XIX representen todavía tan bien a una buena parte de las histriónicas clases adineradas que pueblan esta ciudad sin Dios que es Madrid –y por extensión, el país entero–: Benito Pérez Galdós debe estar removiéndose en su puta tumba solo de saber que sigue más vivo que nunca Francisco Torquemada, un personaje que inventó para vengarse literariamente de un riquísimo usurero que le amargó la vida y la bolsa y cuya historia cuenta en una tetralogía bastante chula.
Este usurero, además de dedicarse a rebañar beneficios de la primera inmundicia moral que podía, se caracterizaba por victimizarse en cualquier ocasión y considerarse un hombre honrado al que apenas le llegaba para el pan; es decir, el cabrón de Torquemada, al que Galdós colocó este apellido en honor –por poner algo– del inquisidor castellano aquel, se veía a sí mismo como un pobre hombre al que no le terminaban de ir bien las cosas, qué más daría que fuera el dueño de media capital.
El síndrome de este Torquemada ha llegado a nuestros días, pues el fin de semana los usuarios de Twitter hemos disfrutado de la mayor victimización de las clases altas que se recuerda en mucho, mucho tiempo después de que un usuario compartiera un gráfico que mostraba la pérdida de poder adquisitivo de los españoles en los últimos años y los de mayor pasta salieran a protestar porque, jo, era injusto que se considerara rico a alguien con ingresos de más de 100.000 euros anuales netos –¡más de ocho mil pavos limpios al mes, Dios!–.
En la red se leían mensajes de personajes, cito literalmente, que argumentaban que alguien con esa renta no era rico porque no podía contratar a una interna a tiempo completo ni gastarse más de 10.000 euros en las vacaciones de verano. ¿Qué importan los salarios medios o moda o la concentración de la riqueza? A partir de ahora, se dan por cambiados los estándares económicos de España y se considera que todo aquel que no pueda masturbarse con caviar de beluga como lubricante sea considerado pobre, da igual su nivel de renta.
Es asqueroso que la clase alta española siga metida en la misma burbuja turbia que en el siglo XIX; ellos no se ven ricos, sino de simple clase media; ellos no son los amos del país, solo los beneficiarios. Les mueve la victimización, la avaricia, el hambre enfermiza; se les ponen los ojos como hienas cuando ven un céntimo que no es suyo; son niñatos insaciables que jamás tendrán suficiente y tratarán de convencernos de que no llegan a fin de mes. Recorrerán todas las televisiones y radios para repetir que no son especiales por haber heredado dos pisos y que, macho, es muy duro tener inquilinos a los que sajar mil euros mensuales por cuarenta metros cuadrados, qué menos que el Estado salga a protegerlos por si uno se les retrasa cuarenta y ocho horas en el pago de la renta. Harán el ridículo y causarán dolor en cada pasito que den esta vida hasta reunirse con Satanás, de quien tienen ganado el abrazo eterno no sé si por usureros o por simples frikis incapaces de empatizar.
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