La franja de Gaza: de una cárcel al aire libre al ataúd más grande del mundo

Por Isabel Pérez
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Beit Hanun era una zona de extensos cultivos y granjas agrícolas. Fresas, tomates y otras hortalizas conformaban parte del sustento y la seguridad alimentaria de familias palestinas en ese enclave del norte de la Franja de Gaza, con un suelo rico y productivo que también se explotaba para el cultivo de flores y plantas ornamentales. Las playas de Assiafa y Abraj Annada poseían las características perfectas para levantar hoteles y resorts turísticos: un mar azul tranquilo y una arena fina. Allí he pasado tardes enteras sentada sobre estructuras en construcción mirando hacia el horizonte del mar Mediterráneo, mientras los jóvenes gazatíes practicaban parkour.
El sector industrial también estaba presente en Beit Hanun, con fábricas de ladrillos y una pequeña empresa de cremas y analgésicos, creada por una mujer farmacéutica. Más al este vivían las comunidades beduinas y sus ganados; y los nawar, las comunidades palestinas descendientes del pueblo romaní, al suroeste.
Varios proyectos habían levantado imponentes bloques de pisos que daban cobijo a cientos de estas personas; sin embargo, fue lo primero que arrasó el Ejército israelí en el verano de 2014 a golpe de artillería de tanque desde la cercana Línea Verde. Hoy, diciembre de 2023, Beit Hanun es un pueblo fantasma que bien recuerda al campo de refugiados de Yarmuk de Siria, hecho escombros. No queda un solo edificio sin bombardear.
Beit Hanun, Beit Lahiya o 'Attratta' son zonas con un importante valor militar, puesto que desde ahí se divisa el resto del norte de la Franja. Desde Beit Hanun, unos soldados israelíes han enviado recientemente un vídeo en hebreo dirigido a Netanyahu: "Nosotros ocupamos, expulsamos y colonizamos. ¿Ok, Bibi?".
En el momento en el que se escriben estas líneas, la guerra en Gaza ya se ha cobrado más de 15.000 víctimas civiles, de las cuales 6.000 son niños y niñas. La ofensiva del pasado 7 de octubre de Hamás contra Israel ha despertado, una vez más, al gigante.
¿Cómo afecta la guerra de Gaza a los países mediterráneos?
Es difícil que la causa palestina afecte a los países del norte del Mediterráneo, más bien la onda expansiva va hacia el Mediterráneo suroriental. En el caso de Egipto, por ejemplo, el Gobierno de Al-Sisi sabe que la presión dentro del propio país puede provocar fallos de seguridad y un descontento popular que se gire en su contra. La población egipcia está rabiosa contra Israel y contra el cierre del paso fronterizo de Rafah, que impide la huida de la población palestina. De hecho, una parte importante de la ciudadanía egipcia tiene sangre palestina; una consanguinidad que precede a la aparición de las primeras fronteras con los acuerdos de Sykes-Picot, concretados tras la Primera Guerra Mundial. Mientras, en el polvorín del Sinaí, tribus nómadas como el-Tayaha, el-Tarabin o el-Sawarkeh tienen a parte de su gente dentro de la Franja de Gaza.
Desde la guerra de octubre de 1973, la Guerra de Yom Kipur, los políticos egipcios han estado escondiendo a su ciudadanía la política de ‘apertura’ con Israel. Cuando estalló el conflicto armado en Gaza en el invierno de 2008, no fueron pocos los egipcios que protestaron a las puertas del paso de Rafah al grito de: "¡Abrid las puertas, queremos hacer la yihad en Palestina!". Entonces, los antidisturbios reprimieron brutalmente a los manifestantes. Ahora, con la población gazatí bajo uno de los bombardeos israelíes más intensos de la historia, las autoridades egipcias han sido permisivas con los manifestantes que acudieron a Rafah para pedir que abriesen la frontera y permitiesen la salida de los gazatíes y la entrada de ayuda humanitaria.
En Turquía, por otro lado, el presidente Recep Tayyip Erdoğan se ha encargado de expulsar a Hamás país de forma paulatina y ha y ha dejado de esponsorizarlo. Aún así, niega que Hamás sea un grupo terrorista, y en la cumbre de la Cooperación Islámica en Riad, celebrada el pasado 12 de noviembre, se refirió a Hamás como "un grupo de liberación, de muyahidín". En esta cumbre de presidentes chiíes y suníes, Turquía pidió la desnuclearización de la región.
Mención aparte merece el caso de Líbano, un país que técnicamente sigue en guerra con Israel —ya que éste ocupa parte de su territorio en el sur— y cuyo Gobierno ha manifestado su apoyo a los gazatíes. Sin embargo, tanto en el Líbano como en Gaza, los palestinos se sienten, en general, frustrados, porque las milicias libanesas de Hizbulá no han entrado de lleno en la batalla.
Si bien no pertenecen a la zona mediterránea, no se puede dejar de nombrar a la República Islámica de Irán, a Arabia Saudí y a Catar, actores claves en Oriente Próximo. Fue en 2017 cuando Hamás e Irán volvieron a acercarse y a aliarse tras la zancadilla que supuso el apoyo del primero al Ejército Libre Sirio, contrario al aliado iraní, Bashar al-Asad. Ahora, en la mencionada cumbre de Cooperación Islámica, Irán llegó como si fuera el representante de la resistencia palestina y todo su pueblo. De hecho, el ciberataque del pasado 7 de octubre con el que Hamás logró entrar a los kibbutzim israelíes, matar y secuestrar a civiles y soldados israelíes, llevaba sello iraní; y esto parece que ha dejado satisfecha a la república islamista.
Por otra parte, Gaza ya no parece tener mucha importancia para Arabia Saudí, y a Catar se le pondría en una situación delicada si EEUU, su aliado, le exige que expulse de su país a los líderes de Hamas. Catar sigue siendo, no obstante, imprescindible para convencer a Hamás de que libere a los rehenes israelíes. Desde allí, Hamás puede, además, consumar su aspiración de convertirse en un interlocutor válido para Occidente en las negociaciones de paz.
¿Qué futuro le espera a Hamás?
Netanyahu tiene ante sí un momento único para debilitar el eje de la resistencia, formado por Hamás, la Yihad Islámica Palestina (YIP), Irán, Hizbulá en el Líbano, al-Asad en Siria y los hutíes en Yemen; sobre todo, en las zonas donde más le afectan: el frente sur de la Franja de Gaza y el frente norte en el Líbano. De hecho, en las declaraciones del gabinete de guerra israelí, se han llegado a puntualizar tres objetivos: el primero, "limpiar los kibbutzim de presencia terrorista"; el segundo, acabar con las infraestructuras y con el poder de Hamás en Gaza; y, el tercero, minimizar lo máximo las capacidades de Hizbulá. Este último, de momento, solo ha provocado algunas escaramuzas justo en los momentos de mayor riesgo para Hamás. Al financiador, Irán, no parece convencerle un enfrentamiento más global —no hay que olvidar que hay tropas estadounidenses en el Mediterráneo y en otras bases de Oriente Próximo—, pero en el antiguo país persa no solo mandan los mulás, sino también la todopoderosa Guardia Revolucionaria.
El único triunfo de Hamás puede ser la liberación de todos los prisioneros y prisioneras palestinas, pero a costa de muchas vidas de mujeres, niños, niñas, ancianos y de sus propios hombres. Para los poderes occidentales, el máximo fracaso está siendo alentar la guerra con el suministro a Israel de armamento al tiempo que se lloran los muertos palestinos o se envía insuficiente ayuda humanitaria. Una cosa parece clara: la diplomacia nunca llegará a buen puerto hasta que la cuestión palestina sea considerada no una cuestión humanitaria, sino lo que es, un proyecto colonialista.
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¿CUÁL ES LA DIFERENCIA ENTRE HAMÁS Y LA YIHAD ISLÁMICA?
La Yihad Islámica (YIP) es el segundo movimiento islamista más importante en Palestina por detrás de Hamás. En primer lugar, Hamás es un actor mucho más pragmático que la YIP, y pretende convertirse en un emirato moderno. Ambos son grupos armados; pero Hamás se sitúa a la derecha de la corriente islamista a diferencia de la YIP, que se sitúa a la izquierda. Hamás defiende un proyecto político islamista, mientras que la YIP no se considera un movimiento político, sino una corriente de de llamamiento a la yihad en Palestina. La YIP suele apelar a la inevitabilidad religiosa y asegura que la liberación de Palestina levantará las primeras piedras de un Califato.