crítica de música
'Nabucco', ópera de acción, no necesita tanto fuego de artificio
Tras 27 años volvía la ópera de Verdi que, según él mismo, fue la que iniciaría su carrera. Christiane Jatahy, por el contrario, da con esta ópera sus primeros pasos como directora de escena operística.

ÓPERA
'Nabucco' de Verdi
- Intérpretes: Juan Jesús Rodríguez, María José Siri, Simón Orfila, Alessandra Volpe, Antonio Corianò, Luis López, Carmen Buendía, Andrés Merino. Coro del Teatro Maestranza. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla.
- Director musical: Sergio Alapont.
- Directora de escena: Christiane Jatahy.
- Iluminación y escenografía; Thomas Walgrave,
- Vestuario: An D'Huys.
- Producción: Nueva producción del Teatro de la Maestranza en coproducción con el Grand Théâtre de Genève, los Théâtres de la Ville de Luxemburgo y la Opera Ballet Vlaanderen.
- Lugar: Teatro de la Maestranza.
- Fecha: 13/06/2024.
Esta es la segunda vez que vemos 'Nabucco' en el Maestranza. La vez anterior fue en 1997 y ahora nos llegaba en una producción debida a la colaboración de varios teatros, incluido el Maestranza, a cargo de la brasileña Christiane Jatahy, en posesión ... de distintos premios, que esperamos que sean por trabajos más originales que el que nos presentaba, ya que esta sigue muy de cerca otra presentada en este mismo teatro en 2019: el 'Sansón y Dalila' de Saint-Saëns. Como allí, se nos presentaba el tema bíblico trasladándolo a la franja de Gaza, teniendo como fondo la lucha entre hebreos y palestinos/filisteos. De igual manera hubo uso de videografía con escenas abundantes, una cámara de video que iba retransmitiendo en directo todo, para mostrar la insensibilidad que nos provoca las tragedias por la tele. Por otro lado, dos enormes espejos nos reflejaban de manera insistente y móvil, resaltando algunas partes de las escenas, al director o al público. No recordamos que copiase una parte en la que durante varias escenas llueve, se forma un charco, en la que incluso algunos protagonistas, comprimarios y coro se mojaron desde poco hasta llegar a tirarse al mismo, sin aparente causa que justificase tal remojón. Pero al final quedaba como el número circense de mantener todos los platos en movimiento, distrayendo más que ilustrando. 'Nabucco' se ha llegado a calificar como 'ópera de acción', así que tanta tramoya sobraba, cuando además ni venía a cuento (al menos para el espectador) y se buscaba más impresionar que servir de soporte a la música. Lo peor fue que al terminar la ópera se nos encaja un 'pastiche' musical, escrito por el director musical del estreno de la producción, Antonino Fogliani, para enlazar con la repetición del «Va pensiero» cantado 'a capella' desde las terrazas del teatro: ¿vamos a inaugurar la moda de los añadidos 'ad libitum'?
Bueno, aún quedaba otra cosa que copiar que no es desdeñable y es el vacío escénico, la falta de cualquier soporte escénico que ayudase a amplificar las voces, a facilitar que corrieran. Se dirá que los dos enormes espejos, y les diremos que los espejos, los cristales o los azulejos son los mayores enemigos del sonido que existen. Si a esto unimos que el director de orquesta no aflojaba más que cuando lo mandaba la partitura (el mismo volumen para el de pequeña voz como la más grande), pues lo terminamos de descomponer. Sabemos también que el coro, el pueblo -el judío y el italiano- son los dueños y señores de esta ópera. En el inicio lo notamos algo descolocado, con pequeños desajustes y desequilibrio de las dinámicas. Esto no es corriente, ya que siempre nos resulta magnífico: ¿tal vez la colocación escénica? ¿la particular acústica? Luego estuvieron francamente bien.

Simón Orfila ('Zaccaria') se encuentra en un estado vocal óptimo (hacia el final tal vez su vibrato fue ligeramente más intenso), pero siguió presentando un registro corpulento, con brío y con brillo, con caudal suficiente para ser el único que no fue ahogado por la orquesta, con anchura. Si este poseía esa amplitud sonora, consonante con la de líder religioso del pueblo judío, Juan Jesús Rodríguez ('Nabucco') posee todas las cualidades del barítono verdiano, con un registro penetrante, muy inteligible y sobre todo marcando la amplitud de registros por los que ha de pasar: el de padre protector con Fenena, el de padre postizo de Abigail, a la que habrá de enfrentarse y luego arrastrarse por salvar a su verdadera hija y un largo etcétera, así que su voz se fue tornasolando con cada rol. Nos quedamos con su intenso 'Dio di Giuda!', que por cierto cantó en el proscenio, claro.
Abigaille (María José Siri) afrontó el terrible rol con un registro de lírica, lo que le dio la posibilidad de embelesarnos con ese canto casi belliniano en 'Anch'io dischiuso', desde el que pasa de enamorada a feroz guerrera ('Salgo già') desde entonces sólo ansiosa de poder. Pero esa blandura lírica le quitaba mordiente, reciedumbre a su canto. Y a pesar de sus proezas, que habían empezado ya en el recitativo, y que hacen de esta escena una de las más difíciles de la historia de la ópera, al terminar no consiguió ningún aplauso, algo injusto, siquiera por haber vencido todas las pruebas sin error alguno. Al saludar sí recibió una calurosísima ovación.
Los barítonos se alzan como protagonistas y el tenor Antonio Corianò('Ismaële') queda como comprimario. Esta es la revolución verdiana. Nos pareció que cantó con un volumen suficiente, claridad y convicción, mientras que Alessandra Volpe, con una voz ancha y oscura, destacó en su momento 'Oh dischiuso è il firmamento' como si despertase de un sueño. Atentos al buen trabajo de los comprimarios Luis López, Carmen Buendía y Andrés Merino.
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