Tras el 'romantasy': la fantasía escrita por mujeres, el nuevo 'boom' literario que perpetúa los roles de género
Resumido como un híbrido entre la fantasía y el romance, el 'romantasy' se ha convertido en un cajón de sastre donde meter toda la fantasía escrita por mujeres, que esconde los grandes obstáculos que enfrentan ellas en el mundo editorial en general y de la fantasía en particular.

Madrid-
El término romantasy apareció por primera vez en el Urban Dictionary en 2008, pero no ha sido hasta hace apenas unos años que se ha popularizado para denominar a uno de los fenómenos literarios que más libros vende en la actualidad. Sagas de novelas como Empíreo, de Rebecca Yarros, o ACOTAR (siglas de Una corte de rosas y espinas en inglés), de Sarah J. Maas, con millones de ejemplares vendidos, son un fenómeno que arrasa en las librerías y que ha hecho de redes sociales como TikTok o Instagram una fuente inagotable de nuevas lectoras. El diccionario internauta lo define como una novela híbrida entre el género romántico y la fantasía, pero ¿es el romance algo nuevo en la fantasía, o la etiqueta es solo otra forma de invisibilizar el triunfo de las mujeres?
“Históricamente, la fantasía escrita y consumida mayoritariamente por mujeres siempre es fantasía con apellidos”, asegura la escritora Iria G. Parente, quien forma el dúo literario Iria y Selene junto con su compañera Selene M. Pascual. A pesar de que ninguna de las dos está diametralmente en contra de la etiqueta, aseguran que después de diez años en el sector “la segmentación y el espacio que se da a las mujeres en la literatura de fantasía apenas ha cambiado”.
Iria y Selene no son las únicas que tienen esta sensación. La también escritora Miriam Mosquera asegura que el problema reside en que se utiliza la etiqueta de romantasy para “cualquier historia escrita por una mujer”, porque parece darse por hecho que “el romance va a tener más peso que la fantasía”.
Esta segmentación, como comentaba Parente, no es nueva: las tres autoras coinciden en sus declaraciones a Público en que lo que ahora se etiqueta como romantasy, antes se consideraba “fantasía juvenil”, a pesar de que trataran temas considerados “para adultos”, como la sexualidad o la política. Un caso significativo es el de la británica Samantha Shannon, autora de El Priorato del naranjo, cuyas novelas aparecen muchas veces en la sección juvenil aunque ella misma no las considere como tal.
“Ya pasaba con Los juegos del hambre, de Suzanne Colins”, recuerda también Mosquera. “Otra novela categorizada como juvenil, pero si la hubiera escrito un hombre no estaría en esa estantería”. La escritora asegura que mucha gente la evita porque “se imagina que es una novela romántica cuando, en realidad, el romance es lo que menos peso tiene”.
¿La “verdadera fantasía”?
El pasado mes de diciembre, con motivo de la presentación de su nueva novela, el rey actual del género fantástico, Brandon Sanderson, dijo lo siguiente a sus fans: “Hay gente ahí fuera que está descubriendo la fantasía por primera vez, porque están leyendo ACOTAR o Alas de Sangre (Empíreo) [...] Hagamos un sitio para esa gente. Asegurémonos de no ser los guardianes que eligen quién es un verdadero fan”. ¿Por qué alguien como Sanderson necesita pedir algo así?
“Cuando empecé a leer a Sanderson, me dijeron que El aliento de los dioses era su novela más romántica”, recuerda Mosquera, quien preguntó si se trataba de un romantasy: “No, no, no. Un romantasy, no”, me contestaron, como si fuera algo despectivo”. De hecho, las obras de Sanderson, al igual que otras novelas catalogadas como romantasy, hacen uso del romance, y éste constituye una parte fundamental del arco de muchos de sus personajes, como en Elantris o Nacidos de la Bruma.
Como ocurrió con novelas como Crepúsculo, parece existir una corriente que trata de decidir lo que es y no es verdadera fantasía; una forma para distinguir entre lo que ellos consideran “buena” y “mala” literatura, y que es algo que tiene mucho que ver con el género de quién escribe (y de quién consume) según qué libros. Por eso, nadie consideraría que el autor rey de la fantasía escribiera romantasy, a pesar de la importancia del romance en sus libros. “Es irónico ese intento de denostar la fantasía escrita por mujeres”, comenta Selene Pascual, “porque históricamente la fantasía ha sido considerada subliteratura, algo para niños; y que si eras un adulto de verdad no debías leer”, y se anima a lanzar la pregunta: “¿Qué es la fantasía? Académicamente nadie te lo puede explicar”.
Es irónico ese intento de denostar la fantasía escrita por mujeres porque históricamente la fantasía ha sido considerada subliteratura, algo para niños; y que si eras un adulto de verdad no debías leer
El mismo pensamiento comparte Almudena Cardeñoso, divulgadora literaria en su canal de YouTube Magrat Ajostiernos y fundadora de Editorial Duermevela, especializada en literatura fantástica: “Jane Austen sigue siendo una autora inferior a Charles Dickens en el imaginario colectivo, tan solo porque trata la problemática de las mujeres”. Tanto Cardeñoso como Mosquera coinciden en que este problema no es nuevo, sino que tiene origen en una formación educativa que prioriza la lectura de autores, no por calidad, sino porque “a las mujeres siempre se les ha hecho de menos en el apartado creativo y artístico”.
La realidad editorial de las mujeres en la fantasía: ocultarse o jugar con obstáculos
La posición en las librerías, las tendencias del sector, la temática de las obras… Muchas son las variables que influyen en el triunfo comercial (o no) de una obra, y a las que además hay que añadir una dificultad extra si eres autora. Aunque Yarros, Maas, Shannon… son evidentes excepciones en cuanto a número de ejemplares vendidos, no podemos obviar que, muchas veces, juegan en una liga en la que el 50% de la población ha decidido no participar. “A los hombres les cuesta más admirar la escritura de una mujer”, afirma Mosquera.
A los hombres les cuesta más admirar la escritura de una mujer
En un género tan masculinizado como la fantasía es difícil triunfar siendo mujer. Sí, existen ejemplos de mujeres que han logrado llegar a lo más alto y vender millones de libros, pero ¿a qué precio? La autora de Harry Potter nunca firmó con su verdadero nombre, Joanne, porque la editorial Bloomsbury creía que no vendería entre los hombres: así nació J.K. Rowling. Ahora que todos sabemos quién es, resulta interesante descubrir que la propia Rowling escogió recientemente un segundo seudónimo para probar suerte con una incursión en la novela policíaca: Robert Galbraith.
Desde Duermevela, Cardeñoso confirma esta tendencia, que han vivido en sus propias carnes: “Tenemos una mayoría de lectoras y tan solo observamos un repunte de lectores masculinos cuando la obra está escrita por un hombre”. En la editorial consideran que categorías nuevas como el romantasy buscan salir de la concepción habitual de la fantasía como un género “de tintes medievales y lleno de batallas”, en pos de buscar llegar a un público más diverso.
Sin embargo, es un arma de doble filo. Aunque Duermevela y otras editoriales pequeñas apuesten por obras de autores menos conocidos -pero premiados- más allá de Tolkien y G.R.R. Martin, las grandes no les prestan atención porque no creen que haya un nicho de mercado. “Esto es como la pescadilla que se muerde la cola”, dice la editora. “Si las grandes no hacen apuestas diversas (siendo quienes obtienen espacio en librerías y aparecen en la conversación), entonces se seguirá creyendo que la fantasía es tan solo una única cosa, cuando no lo es”.
El romantasy tiene sus aspectos positivos: “permite que haya una nueva ola de escritoras de fantasía que venden mucho”, indican Iria y Selene, pero estas tendencias tienen un indudable impacto en aquello del “espacio de las mujeres” en la literatura fantástica, como decían al principio. “La etiqueta del romantasy también está provocando que desde las editoriales se piense que las mujeres solo pueden escribir fantasía desde el romance, y habrá veces en las que no se quiera”, señalan, lo que al final significa que “otras historias más centradas en la trama o alejadas de la cishetero normatividad imperante en la fantasía queden relegadas”.
Por otra parte, denuncian que la tendencia implica también que se encasilla a las autoras en temas que históricamente se han asociado con las mujeres, como el amor o la crianza. “Como eres mujer tienes que escribir sobre feminismo (nosotras lo hacemos), pero habrá otras que no querrán escribir historias reivindicativas”, señala Iria Parente, quien, además, también recuerda que hagan lo que hagan, siempre pasará por la comparación con los hombres. “Siempre pasa por la definición de un hombre, la comparación: a Samantha Shannon se la consideró el Juego de Tronos feminista”. En concreto, a Shannon, en la portada de su novela El Priorato del naranjo, se la considera “La sucesora feminista de El Señor de los Anillos. Una insuperable novela que merece ser tan grande como Juego de Tronos”.
Al final, resulta que si quieres firmar con tu nombre siendo mujer, el sector te encasilla en un supuesto género que la mayoría, sobre todo los hombres, busca denostar, sea romántica o juvenil. Si por el contrario quieres intentar vender a un público general, debes ocultar tu identidad, como Rowling o la también escritora Robin Hobb -cuyo nombre real es Margaret Astrid Lindholm-, bajo un seudónimo que no sea fácilmente asociable a una mujer. Cómo sentencia Selene Pascual: “Parece que las mujeres solo pueden escribir para otras mujeres, mientras que los hombres escriben para el público universal”.
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