Vida bajo la última invasión israelí del Golán: "Toda Siria está de celebración, pero nosotros no"
El mismo día que caía el régimen de Al Asad, tropas israelíes cruzaban la frontera siria por primera
vez en 50 años. Para los habitantes del Golán, la vida se ha convertido nuevamente en
una lucha diaria por la supervivencia.
John McAulay
Damasco-
En la pequeña ciudad de Madinat al-Salam, anidada en los Altos del Golán sirios, parece que reine la paz. A medida que avanza la mañana en la capital provincial de Quneitra, las calles cobran vida. Un grupo de hombres se reúne frente a una tienda, bebiendo té dulce en vasos de plástico y charlando animadamente, mientras mujeres con hiyabs se abren paso por el bullicioso mercado local. El tráfico, compuesto en su mayoría por coches viejos y motos ruidosas, avanza rápidamente, el agudo sonido de las bocinas irrumpe entre la conmoción urbana.
Hay también pruebas de la reciente agitación política que ha azotado al país. Una bandera verde, blanca y negra con tres estrellas rojas ahora ondea por encima de las cabezas de rebeldes que visten de camuflaje con sus pesadas armas colgadas de los hombros. En la carretera que sale del pueblo hacia el oeste, árboles caídos y farolas derribadas yacen esparcidos sobre el asfalto destrozado.
Un gran tanque militar bloquea el camino. Su cañón apunta siniestramente hacia el pueblo. Pero esta escena no es una reliquia de la prolongada guerra civil o de la reciente victoria rebelde: es evidencia de la última invasión de Israel en Siria.
Rompiendo un alto el fuego de medio siglo
Israel ha ocupado gran parte de los Altos del Golán de Siria desde la Guerra de los Seis Días de 1967. Ambos países firmaron un alto el fuego en 1974 que estableció una zona desmilitarizada en el lado sirio de la frontera, vigilada por fuerzas de paz de las Naciones Unidas. Aunque los enfrentamientos de la guerra civil se habían extendido a la zona de amortiguación desde 2012, la frontera había permanecido inalterada.
Eso ahora ha cambiado. El 8 de diciembre, el mismo que el régimen baazista perdía el control de Damasco y que Bashar al Asad huía del país por la ofensiva rebelde, Israel cruzaba la frontera, entrando en territorio sirio por primera vez en medio siglo.
El Gobierno de Benjamín Netanyahu afirma que su incursión ha sido motivada por el vacío de poder en el país vecino y que la ocupación se alargará de forma indefinida. Sin embargo, la medida ha sido condenada por la ONU y la mayoría de los países de la región, que han acusado a Israel de violar el acuerdo de 1974.
No ha sido el caso para el principal aliado de Israel, Estados Unidos. La Administración Biden ya se apresuró a justificar la invasión, con un portavoz argumentando que la medida era "una acción temporal" tomada en respuesta a la retirada del ejército baazista de la región fronteriza.
Para sorpresa de pocos, el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha hecho poco para cambiar esta visión: el Jerusalem Post reveló recientemente que el apoyo del presidente estadounidense a la presencia israelí en Siria "continúa impasible" y podría mantenerse durante "un periodo muy largo".
Violencia y muerte en Quneitra
Para los habitantes de Madinat al-Salam, la presencia amenazante del nuevo puesto de control militar levantado al lado del tanque israelí ha convertido la vida en una lucha diaria por la supervivencia. "Cualquiera que pase por ahí corre el riesgo de que le disparen", afirma Moutasem, un joven residente.
Los aldeanos pasan a toda prisa por delante del puesto de control, sin girar la cabeza. Los niños han convertido la visita inesperada en un juego peligroso, aventurándose unos metros por la carretera antes de retirarse rápidamente al oír los disparos. Una vecina relata cómo una bala perdida atravesó la ventana de su casa recientemente.
Si bien Madinat al-Salam no ha registrado víctimas por ahora, la región circundante ha sufrido una violencia mucho más brutal. Seis personas fueron heridas en Dawaya el 25 de diciembre, y otra lo fue en Maariyah cinco días antes, cuando las FDI abrieron fuego contra manifestaciones que se oponían a la invasión.
Los ataques israelíes han causado la muerte de al menos un civil al norte de Madinat al-Salam, y decenas de habitantes de la región han sido detenidos indebidamente por las fuerzas de ocupación.
El objetivo declarado de Israel de desmilitarizar la región fronteriza se ha producido a expensas de los residentes locales. Las FDI han allanado centenares de casas, establecido puestos de control que restringen el movimiento y confiscado edificios y tierras. "El enemigo sionista entró con el pretexto de confiscar armas de la zona, pero miente", afirma Abd Al Rahman, otro joven vecino. "También hemos oído que están robando las pertenencias de la gente y quedándoselas para ellos", añade.
"El enemigo ha destruido nuestra tierra"
Abd Al Rahman pronuncia estas palabras desde el tejado de su casa, con la mirada perdida en la distancia. Detrás de él, apenas visible, se dibuja por encima de la bruma matinal la silueta blanca del monte Hermón. Con una altura de 2.800 metros, era el punto más elevado de Siria hasta que las fuerzas israelíes avanzaron unos 12 kilómetros por la zona de amortiguación y lo capturaron a principios de diciembre.
Pero Abd Al Rahman está de espaldas a la montaña, enceguecido por el brillante sol. Se protege los ojos con una mano y con la otra señala hacia una masa de agua distante.
"Mis amigos y yo íbamos ahí a menudo. Íbamos a pescar, a comer y a disfrutar del hermoso paisaje", recuerda. El estanque se encuentra dentro de la zona desmilitarizada, pero las FDI ahora lo han rodeado. "Ya no podemos ir allí, el ejército de ocupación no nos deja", lamenta el joven.
A medida que Israel ha ido extendiendo su alcance en la zona fronteriza, se ha apoderado de numerosas fuentes de agua vitales. Según un cálculo, Israel controla actualmente hasta el 40% del suministro de agua de Siria.
Los habitantes del pueblo lamentan sus pérdidas. Tarek, un hombre de 60 años que ha pasado toda su vida en Quneitra, afirma que las fuerzas israelíes han devastado "gran parte de la región". "Mira la destrucción. Nos han quitado todo", afirma con voz angustiada.
Abd Al Rahman se hace eco de este sentimiento. "Estoy disgustado. El enemigo ha destruido nuestra tierra", declara, mientras sus ojos se desvían hacia los signos visibles de la invasión israelí. "Este pueblo era hermoso: los árboles, los pájaros... Ahora, está completamente arruinado".
"Toda Siria está de celebración, pero nosotros no"
En ningún lugar la situación es tan desesperada como en Al Hamidiya. Es el último pueblo antes de los Altos del Golán ocupados, se encuentra detrás del tanque, aislado del resto del mundo. Un puesto de control militar vigila la entrada del poblado 22 horas al día, lo que permite a las FDI controlar estrictamente el movimiento de entrada y salida. Con la carretera principal bloqueada, los pocos residentes a los que se les permite salir deben recorrer un laberinto de carreteras secundarias a través del árido campo.
"Somos 430 personas atrapadas en Al Hamidiya", lamentan los ancianos del pueblo. Envueltos en kufiyas rojas y blancas, hablan entre caladas de cigarrillos. Desde que comenzó el asedio israelí a principios de diciembre, Al Hamidiya lleva semanas sin comida ni agua y ha perdido el acceso a servicios esenciales como la sanidad y la educación.
"Ni siquiera dejan entrar a las organizaciones humanitarias", se queja un anciano. "Nuestras vacas y ovejas se están muriendo porque no tenemos nada para alimentarlas. Por la noche, si un niño enferma, no podemos llevarlo al hospital. Nos morimos de hambre y nos privan de todo". añade.
Como muchos pueblos de Siria, Al Hamidiya exhibe las cicatrices de la guerra y los problemas económicos que definieron los últimos años del régimen baazista. Solo hay un puñado de tiendas abiertas, sus estanterías están medio vacías y envueltas en la oscuridad por un corte de luz.
La mayoría de los edificios presentan las fachadas agujereadas por ataques aéreos del ejército sirio. "Tras 14 años de sufrimiento bajo el régimen criminal, tras expulsar a Al Asad, entraron las fuerzas de ocupación israelíes. Nos deshicimos de una ocupación solo para enfrentarnos a otra", afirma un anciano. Otro añade: "Toda Siria está de celebración, pero nosotros no".
Al Hamidiya fue uno de los primeros pueblos tomados por el ejército invasor. Los soldados allanaron todas las casas y elaboraron un extenso registro de sus residentes, mientras que algunos edificios fueron confiscados por completo.
En las calles, todavía se ven las huellas de un tanque de las FDI. Los habitantes se sienten abandonados. "¿Dónde está el Gobierno? ¿Dónde están las Naciones Unidas? ¿Dónde está el mundo?", suplican. "No nos iremos de nuestra tierra, aunque nos muramos de hambre. No repetiremos el error de 1967".
La oposición a Israel, desde Quneitra hasta Damasco
Pero los habitantes de Quneitra no han sido olvidados del todo. A unos 70 kilómetros, en el corazón de Damasco, una pequeña pero desafiante protesta sale a la calle denunciando la invasión israelí de Siria, así como su continua ocupación de Palestina.
Bajo la mirada de los curiosos, y también de los rebeldes armados que ahora controlan la capital del país, ondean banderas sirias y palestinas. Sus pancartas y cánticos exigen la retirada inmediata de Israel de Quneitra y de los Altos del Golán ocupados.
Para los manifestantes, la justificación de Israel para invadir Siria no es más que una mentira. "Sabemos muy bien que Israel es una entidad colonial expansionista que aprovecha cualquier oportunidad para expandir su presencia en la región, y eso siempre nos ha preocupado", afirma Zein Khuzam, una escritora que se ha sumado a la protesta.
En la misma línea, la cineasta Riham Ezzaldeen afirma que Israel nunca es honesto sobre sus verdaderas intenciones. "Tienen un mapa, un plan, un objetivo, y siempre que tienen una oportunidad se lanzan a por ello, aunque signifique el sufrimiento de quienes pertenecen a esta tierra", asegura.
Sin embargo, debajo de sus fuertes convicciones, también hay incertidumbre. Ambas activistas temen que el nuevo liderazgo de Siria sea demasiado frágil para hacer frente a una nación que ya les arrebató gran parte de su tierra hace 50 años.
"Sinceramente, no soy muy optimista. Siempre existe la posibilidad de que esta invasión se vuelva permanente", advierte Zein. Pero Riham es firme: "Me niego a ni siquiera pensar en eso". "Ya pasó con los Altos del Golán. No volverá a suceder", afirma.
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