Opinión
Explosión Trump


Profesora de Ciencia Política y Estudios Europeos en la UCM.
El comienzo del segundo mandato de Donald Trump, sin duda, será recordado como uno de los más disruptivos de la historia. Muchos pensaron que no cumpliría sus planes, que sería complicado que se pusieran en marcha. Y, sin embargo, no sólo ha comenzado a cumplir con lo prometido, sino que está yendo mucho más lejos de lo que nadie pudiera imaginar. Los cien primeros días de Trump prometen ser vertiginosos.
Su objetivo es la impugnación total de un sistema nacional e internacional que no considera adecuado para sus negocios. Desde una nostalgia del mercantilismo en lo económico, pasando por su apuesta por la reconstrucción de las áreas de influencia y los poderes imperiales en lo geopolítico y su apuesta por un nacionalismo de corte esencialista en lo nacional, Trump intenta deconstruir todo lo andado desde 1848 -y la doctrina del destino manifiesto en lo internacional- y desde 1865 -y la construcción de la comunidad política norteamericana en lo nacional. Es un back to future en toda regla puesto que, además, lo hace acompañado por una corte de tecno-oligarcas que permiten aprovecharse de las pulsiones individualistas sobre las que se han articulado las sociedades occidentales desde la llegada de Reagan y Thatcher. La atomización de las sociedades permite un control casi absoluto de los individuos y esquiva de manera magistral cualquier tipo de movimiento contestatario que quiera responder a esta perversa dinámica con cierto nivel de éxito.
Así, Trump opera casi sin inmutarse sobre dos ejes de manera simultánea. Por un lado, en la esfera doméstica, donde gracias a su control casi total de la institucionalidad estatal, los pesos y contrapesos que consiguieron aguantar durante su primer mandato podrían, no muy bien, resistir este segundo envite. Sólo el poder judicial y el territorial se encuentra en disposición en este momento de hacer frente a algunas de las controvertidas decisiones que se están adoptando durante estos primeros días de mandato. La desarticulación del USAID es quizás el más significativo (por el momento) de todos ellos. Con sus luces y sus sombras (muchas sombras habría que reiterar), lo cierto es que esta agencia estadounidense es la que más inversión ha realizado en ayuda oficial al desarrollo de todo el mundo. La despedida de la práctica totalidad de sus trabajadores, sin duda, se hará notar. Pero esto es sólo la punta del iceberg de la reforma total de la administración que el nuevo presidente quiere llevar a cabo. Nada, por cierto, que no pudiéramos prever tras haber leído la Agenda 2025 de la Fundación Heritage, ahí estaba todo negro sobre blanco.
En la esfera exterior, por su parte, observamos una serie de movimientos tácticos que persiguen un mismo objetivo: la creación de un área de influencia incontestable construida sobre el miedo y el chantaje. De nuevo el modelo de construcción imperial en marcha. Así, la utilización de los migrantes como instrumento de presión combinado con una potencial amenaza arancelaria es una clara muestra de cómo, una vez más, las migraciones son empleadas como mecanismo de presión política, lo que se conoce como “weaponization”, esta vez no de sur a norte, pero sí de norte a sur. Este uso se aplica hacia el exterior sobre los países de América Latina, pero también hacia el interior, donde ya incluso se ofrece precio por la entrega de inmigrantes en situación irregular. Las primeras crisis diplomáticas se han comenzado a saldar, de momento, a su favor, gracias primero a la superioridad económica de EEUU, pero también a un juego que de momento, como buen bully sabe utilizar a la perfección: el “juego del gallina”. Esto lo hemos visto en los casos de Sheinbaum, Trudeau y Petro. En todo caso vaya como aviso a navegantes que si esta es la manera de negociar de la nueva administración con sus socios comerciales, podemos esperar casi cualquier cosa con aquellos que no son sus socios estratégicos sino sus rivales sistémicos. Por el momento, la respuesta de China está siendo contenida y me atrevería a decir, elegante.
Pero, sin duda, lo que más disruptivo está siendo en el ámbito global es lo relativo a la situación en Oriente Medio y en Gaza en particular. Tras un alto el fuego celebrado por todos, llega el jarro de agua fría que ha lanzado durante las últimas horas. Su plan de transferencia de la población gazatí a Egipto o Jordania ha dejado anonadado al mundo. Las transferencias o intercambios de poblaciones guiadas por los Estados parecían una práctica desterrada desde mediados del siglo XX. Pero es que además de ser una propuesta moralmente inaceptable, es pragmáticamente contraproducente para los propios intereses norteamericanos puesto que puede perder a aliados estratégicos esenciales en la región como es el caso de Arabia Saudí.
En otra dimensión, además, la actitud de Trump en Gaza combinada con la salida de EEUU del Consejo de DDHH o de la OMS apunta a que aquello de lo que se venía hablando desde hace meses ahora se materializa ante nuestros ojos, el fin del derecho internacional liberal se aproxima, y no parece que se cuente con las suficientes capacidades de resistencia como para evitarlo.
Es peligroso no tomarse en serio a Trump, pero aún es más peligroso no analizar las causas que han llevado a que un líder como él esté a las riendas del país más poderoso del mundo, porque conviene no olvidar que Trump no inventa nada, lo único que hace es ir un paso más allá de lo que otros ya hicieron. En todo caso, toca armar la resistencia ante lo que está por llegar, la cuestión es si llegados a este punto seremos capaces.
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