Opinión
El fruto de no mirar a las mujeres


Periodista y escritora
-Actualizado a
Sé de algunas redacciones de este país, algunos programas, en los que la primera reacción al saber que se suspendía la distribución del libro sobre José Bretón fue clamar por la libertad de expresión, buscar analistas afines a esa idea y rasgarse las vestiduras. Hasta que la voz de una redactora, probablemente no en un puesto de mando, señaló que no, que el camino era otro, que este asunto había que mirarlo desde otro lugar. Para empezar, había que mirar a la mujer.
Luisgé Martín decidió no mirar a la mujer, a la víctima, a Ruth Ortiz. No es que se le olvidara, fue algo que sopesó y rechazó. Se planteó la posibilidad de hablar con ella, pero escribe en el libro que desechó la idea al considerar “distractivo cualquier otro punto de vista, especialmente el de Ruth Ortiz”. Ahí media un acto de voluntad. En todo lo que hacemos y también en lo que dejamos de hacer media un acto de voluntad. Y, claro, te puedes equivocar.
El asunto es que resulta más difícil que te equivoques si llevas años pensando en ello, y sobre todo pensando de forma colectiva. No es lo mismo pensar sobre algo, que pensar con alguien, mucho menos cuando ese alguien es tan vasto que abarca el mundo entero y a miles y miles de personas. Me refiero, en este caso, al feminismo. No es la primera vez que digo que las feministas pensamos mejor porque pensamos con. Más concretamente con nuestras iguales. Yo seguiría siendo un poco paleta sin mis colegas, los chats, las conferencias, encuentros, libros … Hay discusiones eternas, hay disensos a los que algunos llaman “rupturas”, hay de todo, y no siempre grato, pero el fruto son argumentos más elaborados y con menos fisuras. No se trata una superioridad de ningún tipo, sino trabajo, estudio y muchas horas de dedicación. No caben la pereza, el camino más rápido, la brocha gorda, porque nos van la vida y la salud en ello. Son décadas en esto, muchas vinieron antes. Llevamos décadas pensando con.

A nosotras jamás se nos ocurriría no mirar a una víctima, no hablar con ella, no ponerla en el centro. No porque seamos mujeres, sino porque es de sentido común, es de justicia y además responde a un planteamiento ético. Se llama perspectiva de género y poco a poco se va aplicando en algunos medios de comunicación. Aprovecho aquí para agradecer a las compañeras su nada fácil trabajo en las redacciones.
Todo esto es tan nuevo como considerar que el “piquito” de Rubiales a Jenni Hermoso supone una agresión sexual, como que un diputado dimita porque las mujeres lo señalan en las redes sociales, o que todo un ídolo de Primera División como Dani Alves acabe entre rejas. Se empieza a escuchar la voz de las mujeres. No solo a las teóricas y pensadoras, también a las que cuentan el infierno en el que viven, las peores condiciones en las que todas habitamos en esta sociedad.
La diferencia entre un hombre que, ante El Odio, clama por la libertad de expresión, así, en abstracto, y otro que se plantea el daño que el libro puede hacerle a Ruth Ortiz tras enterarse del relato del asesino de sus criaturas por la prensa, la diferencia entre ambos está en prestar atención a las mujeres. Sencillamente porque llevamos mucho tiempo en esta vaina, mucho estudio y mucho pensamiento con otras. Después, hay quienes necesitan decir que hubo un policía que ya predijo que Bretón acabaría contando su historia públicamente. De habernos prestado atención, ellos y el propio escritor habrían sabido que las feministas también lo dijeron. Desde el principio. Porque lamentablemente hay heridas y daños que ya conocemos de memoria. Eso ahorra muchos errores.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.