Opinión
El inesperado resurgir de Die Linke y el hundimiento de Wagenknecht
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Periodista y profesor de Ciencia Política en la UAB
“A las barricadas”, gritó en el Bundestag Heidi Reichinnek, co-portavoz de Die Linke, cuando la conservadora CDU votó con Alternativa por Alemania (AfD) una iniciativa antiinmigración, rompiendo el aislamiento parlamentario de la ultraderecha. Reichinnek, que se ha convertido en una estrella de TikTok con sus apasionados discursos, es uno de los rostros de la inesperada resurrección de Die Linke, que después de estar al borde de la desaparición electoral ha superado de nuevo la barrera del 5% en las encuestas para las elecciones alemanas del próximo domingo. La relativa recuperación de Die Linke contrasta con la caída de la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW), que podría quedarse fuera del Bundestag tras haber copiado las recetas xenófobas y conservadoras de la ultraderecha.
La travesía del desierto de Die Linke empezó precisamente con la ruptura protagonizada por Wagenknecht – una de las líderes del partido – en 2023, que partió en dos el grupo parlamentario. Atravesado por divisiones respecto a la invasión rusa de Ucrania, Die Linke consiguió por fin cierta unidad en su congreso de octubre de 2024, donde fueron elegidos como co-líderes la periodista Ines Schwedtner y Jan van Aken, antiguo diputado del partido e inspector de armamento biológico de Naciones Unidas.
Ante la convocatoria anticipada de elecciones por el estallido de la coalición de gobierno de Olaf Schulz (formada por el SPD, los liberales y los verdes), Die Linke ha optado por centrarse en temas sociales como los límites al alquiler, resistiendo la corriente xenófoba que invade la política alemana. AfD – tan radical que incluso Marine Le Pen ha roto relaciones con ellos – ocupa la segunda posición en las encuestas y todos los demás partidos han abrazado su tesis de que la inmigración es el gran problema de Alemania. Incluso el gobierno de Schulz ha aplicado medidas pedidas por los ultras, como reinstaurar los controles de fronteras, y el canciller ha prometido que incrementará las deportaciones, como si le inspirase Donald Trump.
En este contexto, cada vez más votantes progresistas ven Die Linke como la única alternativa a la derechización del escenario político alemán. “Somos el único partido que se opone sistemáticamente, por ejemplo, a la campaña de denigración llevada a cabo en los debates televisivos contra los beneficiarios de la asistencia social o los refugiados”, afirmó la co-líder Ines Schwedtner en una entrevista reciente. Además, Die Linke se opone a la reintroducción del servicio militar y mantiene una posición menos belicista respecto a la guerra de Ucrania que los principales partidos. Miles de nuevos militantes se han unido a la formación izquierdista desde enero, rejuveneciendo sus bases y reforzando su campaña electoral.
El tímido resurgir de Die Linke contrasta con la suerte de la Alianza Sahra Wagenknecht, cuyos buenos resultados en las elecciones regionales de Sajonia y Turingia (Este) de septiembre de 2024 le llevaron a soñar con un rol central en la política nacional. Las encuestas sitúan ahora al partido personalista de Wagenknecht muy cerca de la barrera del 5% y, por lo tanto, con riesgo de quedar fuera del parlamento.
Mientras Die Linke está alineada con las propuestas de redistribución de la riqueza y protección de derechos de la izquierda europea, Wagenknecht ha protagonizado un vertiginoso giro reaccionario: ha abrazado la xenofobia y la agenda antifeminista y anti-LGTBI de la ultraderecha y su programa económico es menos transformador que el de su antiguo partido, como analicé en detalle para Jacobin Magazine. Si bien BSW propone ciertas reformas para distribuir la riqueza, su líder afirma que el conflicto capital-trabajo es “igual de importante” que la oposición entre las grandes corporaciones extranjeras y las medianas empresas alemanas (Mittlestand), que defiende con un entusiasmo propio de la CDU. Según un estudio del diario Süddeutsche Zeitung, aplicar el programa de BSW produciría una redistribución de la riqueza mucho menos radical que la reformas fiscales propuestas por Die Linke.
Las causas de la recuperación de Die Linke y la bajada de Wagenknecht son múltiples pero la foto es clara: la apuesta de una supuesta “izquierda conservadora” está fracasando. Aunque Wagenknecht justifica su suavidad con AfD – se niega a calificar al partido de “extrema derecha” – por la voluntad de atraer a sus votantes, las encuestas postelectorales revelaron que la principal fuente de votos de BSW en Turingia y Sajonia no fue la ultraderecha, sino Die Linke. La línea política de Wagenknecht también contrasta con el Nuevo Frente Popular francés liderado por Jean-Luc Mélenchon, que consiguió ganarle las últimas elecciones al poderoso Agrupamiento Nacional (AN) con un programa antineoliberal y abiertamente antirracista. Enseñanzas útiles para las izquierdas europeas.
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