¿Cómo tratar a un superviviente de suicidio?
¿Qué puedes decirle a una persona que ha perdido a un ser querido por suicidio? A veces, el miedo a reavivar el dolor o la falta de herramientas para acompañarlo pueden causar el efecto contrario y aislar al superviviente en una cárcel de silencio.

-Actualizado a
“Hay gente, incluso amigos, que se cambian de acera porque no saben qué decirte. Muchas veces, por desconocimiento, no por mala fe, te encuentras con situaciones muy incómodas”, dice a Público Emi Caídas, presidenta de la asociación de prevención del suicido y apoyo a supervivientes Hablemos Ávila.
Aunque el suicidio es la principal causa absoluta de muerte entre los 15 y 29 años, “es un tema tan silenciado que hay muy poca información al respecto y el entorno no sabe cómo actuar ante una pérdida tan dolorosa, repentina y traumática”, nos explica. Eso sin contar el estigma que todavía conlleva.
“Cuando te das cuenta de que el silencio se hace a tu alrededor y que hay miedo de hablarlo, es doloroso, porque te impide expresar cómo te sientes”, señala.
“Hay muchos amigos, incluso familiares, que desaparecen porque no son capaces de soportar ese dolor”, nos cuenta por su parte Carlos Soto, superviviente de la muerte de su hija adolescente y coordinador de los grupos de ayuda mutua en Psicourgencias: Prevención, Intervención y Duelo por Suicidio.
Soto recuerda el caso de una familia donde está prohibido hablar del suicidio de uno de los hijos. Incluso, quitaron todas sus fotos de la casa. “A veces recurrimos a estrategias para lidiar con el dolor que no son adecuadas y no ayudan”, observa.
Sobrevivir es el reto
Shakul, en hebreo, significa “padre o madre que ha perdido a un hijo”. Después de mucho buscar, es el único idioma en que Juan José Escudero ha encontrado una palabra para nombrar su situación de “superviviente”.
“A muchos, no nos gusta esta palabra porque se relaciona con alguien que ha sobrevivido a un accidente, un desastre natural o una guerra. Nosotros no hemos vivido nada natural ni externo a nosotros”, dice Escudero. Sin embargo, “cambiar esta palabra significaría pelearse con la OMS, que etiqueta así a las personas cercanas al fallecido por suicidio” .
En su opinión, El grito, un cuadro de Munch, es la imagen que mejor describe lo que sienten los supervivientes. Esa sensación de “grito, de horror, de intentar taparnos los oídos es una constante. No puedes oír lo que te dicen los demás porque están en otro lugar, muy lejos de ti”, dice a Público este informático jubilado, padre de Nico, que se quitó la vida cuando tenía 19 años, en 2022. No olvidemos que haber perdido a alguien querido por suicidio es uno de los principales factores de riesgo para seguir sus pasos.
Volver al trabajo
“Primero estuve de baja y luego me prejubilé. Era muy difícil seguir cumpliendo las exigencias laborales habituales. El estrés se sobrelleva si estás psicológicamente bien. Si no, la forma en que lo percibes se multiplica por mil y te imposibilita hacer cosas normales de tu día a día”, explica Escudero.
“No puedes trabajar presionado cuando estás pasando por el duelo y tu vida se ha deshace a tu alrededor. Con frecuencia te invaden momentos dolorosos inmensos que te embargan e interfieren con tu eficiencia habitual. Cualquier cosa te lo recuerda y esos recuerdos hacen que todo se te descoloque y te llenes de tristeza”, afirma. Superarlo es un proceso largo. “Sé que aún me quedan años para poder decir que lo sé manejar”, reconoce.
En el caso de Carlos Soto, “fue más fácil porque soy autónomo. Pero mi mujer trabaja en una empresa. Se incorporó después de un año y medio de baja. Aunque la gente fue muy respetuosa con ella, es complicado, porque todos lo saben, a veces notas miradas que te revuelven...”.
Es muy difícil, para quien no lo ha vivido en sus carnes, comprender el sufrimiento de un superviviente.
“La gente no sabe qué decirte. No hay nadie que les esté explicando cuál es el proceso del duelo, cómo interactuar con ese superviviente”, razona Escudero, fundador y presidente de Sendas, asociación para la prevención del suicidio y de la salud mental.
En los centros de trabajo, es necesario explicar a los directivos y a los compañeros qué es lo que ocurre, cómo va a ser ese duelo y cómo pueden tener consideración con esa persona.
“Tener un entorno informado puede ayudar mucho”, recalca Escudero, que desde la asociación Sendas que preside presentó el año pasado una propuesta a la Administración General del Estado para incluir cursos y protocolos de prevención y posvención del suicidio para los empleados públicos.
Acompañar al que sufre
“A la gente que nos conoce, les pediría que comprendieran en qué momento estamos. Lo que necesitas es que esa persona esté ahí. Aunque solo sea para transmitirte: no sé qué decirte y te voy a dar un abrazo. Pero no un abrazo cualquiera, sino uno que dure su tiempo, el necesario para que haya ese intercambio de endorfinas del que hablan los científicos”, nos dice Escudero.
Para eso, primero, debemos aprender a acompañar a una persona que está sufriendo, algo que, como toda la educación emocional, sigue siendo una gran asignatura pendiente en nuestra cultura. Ocurre que, a veces, no sabemos qué hacer para ayudar.
“Tenemos la sensación de que debemos rescatar a esa persona, pero esa labor no nos compete. La clave está en hacer saber al otro que nos importa. Escucharlo. En vez de eso, muchas veces, el individualismo nos arrastra y nos hace olvidar nuestra esencia, que es ser empáticos”.
Muchas veces, no se trata de qué decir: “No hay palabras que te consuelen, un abrazo es lo único que te sirve”, recalca Escudero. Para Soto, “lo mejor que te pueden transmitir son cosas como si necesitas hablar, nos tomamos un café cuando quieras”.
Escucha activa y respeto
Es esencial, eso sí, dejar a cada persona los tiempos y espacios que necesita. No todo el mundo es capaz de verbalizar lo que siente, algunos necesitan años. Tampoco es fácil retomar las reuniones familiares, por ejemplo, nos confía Emi Caídas, que era auxiliar administrativa antes de que se quitara la vida su hijo de 20 años, pero no pudo retomar su trabajo después.
“Es un duelo muy complicado, inesperado, no lo entiendes y nunca piensas que te puede pasar a ti”, admite.
Para esta luchadora, la escucha activa es una tabla salvadora porque “valida tus sentimientos, que pueden ser de rabia, de enfado, sobre todo, de culpa...”. Siempre, “con empatía y sin usar frases manidas, como eso de tranquilo, esto va a pasar”.
“Cuando ves que, simplemente, se preocupan de escucharte, sin forzar las situaciones, sientes un gran alivio, un hombro en el que apoyarte”, nos cuenta.
Si estás pasando por una mala situación personal, padeces alguna enfermedad mental o tienes pensamientos suicidas, puedes recibir ayuda de tu médico de cabecera, acudir a Urgencias o apoyarte en una persona de confianza y contarle lo que te sucede.
También tienes a tu disposición la línea de atención a la conducta suicida en el 024, el Teléfono de la Esperanza (717 003 717 / 91 459 00 55) o el Teléfono contra el Suicidio (91 138 53 85).
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.