‘The Brutalist’, una película monumental que desenmascara la gran mentira del sueño americano
Brady Corbet desnuda el espejismo de posibilidades americanos con una película inmensa, historia de un hombre que huye del nazismo y cae en las garras del capitalismo. Está entre las favoritas en los Oscar.
Madrid--Actualizado a
Formas geométricas que se repiten, levantadas con grandes y pesados bloques de hormigón, edificios desnudos de color que revelan su estructura y prescinden de cualquier ornamento, pero que contienen ritmo, experiencias, vida. Todo lo que parecía, pero era mucho más, de la arquitectura Brutalista de posguerra es ahora el alma de la película The Brutalist, una obra, como aquellas, monumental, pero definida, hermosa, formidable. La historia de un hombre que huye del fascismo y cae en las garras del capitalismo.
Protagonizada por Adrien Brody y dirigida por Brady Corbet, es una historia que recorre varias décadas, que se extiende a lo largo de tres horas y media, con un interludio de quince minutos en el medio, que se ha rodado en 70 mm en formato VistaVision, y que es descomunal no solo en su metraje, sino también en sus emociones y en su entraña política e histórica. Es una película enorme que desenmascara el espejismo del sueño americano.
Amas de casa sonrientes
Un arquitecto húngaro, artista visionario, László Toth, escapa de los nazis y llega a Estados Unidos, donde espera a su esposa Erzsébet, atrapada en Austria. En Pensilvania conoce a un industrial millonario, Harrison Lee Van Buren, que reconoce su talento y le encarga una obra gigantesca. Conseguir finalizar el proyecto se convierte en una obsesión para este hombre, que en esta aventura vital descubre el precio de la fama y de la libertad, también de la artística, en un mundo en el que el dinero es el poder.
“Con esta película lo que me apetecía era explorar ese tiempo en el que empezaron a suceder unas tragedias tremendas, mientras en Estados Unidos lo que te vendían eran unas amas de casa perfectamente vestidas y sonrientes y que hacían como si no hubiera pasado nada cuando el mundo contemplaba cómo habían sido exterminados seis millones de judíos”, dice el director Brady Corbet, autor también del guion junto a Mona Fastvold.
El capitalismo
Con Brody, impresionante, en el papel principal, la película cuenta en el reparto también con Felicity Jones, interpretando a su esposa, y Guy Pearce, dando vida al potentado que acoge a László Toth y que desde esta historia enorme ya despide el mismo hedor que emana el "club de los millonarios" liderado por Elon Musk que arropa a Trump.
“Creo que en los próximos años la cosa se va a ir de madre bastante, sí”, afirma el cineasta, que añade: “Vivimos en un capitalismo que no tiene ni normativa ni tampoco supervisión. Y entiendo también la dificultad de ponernos de acuerdo en los límites del capitalismo, porque para diferentes culturas tiene diferentes significados. Es verdad que el mundo está especialmente loco ahora, que es particularmente diferente ahora en comparación con la generación de mi madre”.
Culturas alternativas
“Una cosa que me sorprende un montón y me preocupa es que ahora los jóvenes a los que idolatran es a las personas como Jeff Bezos y que los CEO son auténticas estrellas del rock. Pero no soy pesimista y creo que muchas veces el péndulo se tiene que ir muy lejos en una dirección para volver en la dirección opuesta. En la generación de mi madre, a los que se idolatraba, absoluta adoración, era a los artistas, los escritores, las culturas alternativas y formas de pensar alternativas”, concluye Corbet, que con su película plantea una pregunta esencial, la de quién permite y apoya el arte y la cultura.
Y no se puede dejar de pensar en cómo el dinero ha moldeado el cine, cómo la superproducciones de Hollywood han creado un imaginario a medida del sistema, cómo disfrazadas de arte muchas películas han pisoteado, justamente, esa necesaria forma de pensar alternativa. The Brutalist es una respuesta a ese dominio, una película que desnuda las mentiras del imaginario americano desde un arte sin adornos, brutal, grande y construido con enormes bloques de inteligencia y humanidad.
Adrien Brody
Es una película que se aprovecha de una entrega total, profesional y emocional, por parte de su protagonista, Adrien Brody, quien lleva marcado en el propio pasado de su familia una parte de la historia ahora de László Toth. “Mi ambición es hacer proyectos que tengan un gran significado, que tengan mucho sentido y bueno, de alguna manera, poder dar voz a los a varios problemas que ha habido a lo largo de la historia y a pérdidas importantes que han sucedido en el mundo. Pero yo soy solo un actor. Brady (Corbet) y Mona (Fastvold) han creado un guion precioso y yo me sentí interpelado por él, por cómo era este protagonista, por la sensibilidad de un artista…”
“Creo que lo importante para mí es presentar un poco las verdades y unir los puntos con los que me puedo identificar —dice Brody—. La arquitectura consiste en crear algo físico, lo cual no me resulta ajeno porque yo soy pintor, mi madre es fotógrafa… vengo de una familia de artistas. Se trata de representar a través del arte las luchas que no siempre son accesibles con palabras. Y yo en este caso puedo tirar de archivo propio, porque lo tengo en mi familia. Por ejemplo, mi madre tuvo que huir de Hungría en los años 50. Hay mucho de lo que vivió mi familia. Me parece un privilegio a la vez que una responsabilidad el transmitir con veracidad y con compasión todo de este personaje”.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.