‘Vida en pausa’, un drama sobre el síndrome de la desesperanza y el dolor
El cineasta griego Alexandros Avranas lleva al cine el síndrome de resignación, niños refugiados que caen en coma, aterrados al conocer que les devuelven al infierno del que habían escapado. Estrenada en Venecia, la película denuncia el control máximo del sistema sobre el individuo y la ausencia de humanidad en este mundo.

Madrid-
Cientos, tal vez ya miles, de niñas y niños, hijos de refugiados, entran repentinamente en coma al saber que el país al que han llegado les niega el asilo. No pueden soportar el sufrimiento de imaginar una vuelta al infierno del que creían que habían escapado para siempre. Es el síndrome de resignación, una enfermedad psicogénica masiva que ha estado veinte años silenciada, a pesar de conocerse que desde principios de los años 2000, y que había afectado a muchos niños en Suecia.
Con casos diagnosticados ya en varios países, entre otros en el mencionado, Suecia, pero también en Grecia y posiblemente España, el síndrome de resignación es uno de los protagonistas de la nueva película del cineasta griego Alexandros Avranas, Vida en pausa, en la que, además, se denuncia desde la ficción el control que tiene "el sistema" sobre los seres humanos, la ausencia de humanidad en este mundo y el tipo de sociedad que dejaremos a nuestros hijos.

Estrenada en el Festival de Venecia, la película se desarrolla en Suecia en 2018. Una pareja ha huido de Rusia con sus dos hijas después de que el hombre fuera brutalmente atacado. Cuando la Junta de Migración les deniega el asilo, las niñas caen misteriosamente en coma. "En 2014 fue reconocido oficialmente como una patología en Suecia. Hoy se comprende mejor su origen y se sabe que es un mecanismo de defensa postraumático, una respuesta ante el miedo a ser devueltos a su país de origen. De hecho, los niños suelen despertar del estado de resignación una vez que sus familias reciben el permiso para quedarse en el país", explica el director, que subraya que los movimientos de ultraderecha negaron y niegan la existencia de este trastorno.
¿Cómo es posible que no se conozca el síndrome de resignación, que lleva ya diez años reconocido?
Yo también me pregunté eso, ¿qué pasa? ¿por qué no conocemos esto? Cuando escribimos el guion, empezamos a buscar decorados, no sabíamos si íbamos a rodar en Estocolmo o en otro sitio en Suecia, buscábamos un edificio grande… Estocolmo tiene unos 30 barrios de los que me decían que eran muy peligrosos, "hay que tener mucho cuidado", me decían, y cuando llegué allí, pues… digamos que no hay un solo barrio en Grecia que sea tan bonito. Allí todos los edificios tienen flores alrededor…. o sea, lo que pasa es que todo está escondido, pagan mucho para que todo sea precioso por fuera, pero no te enseñan lo que hay dentro. Y eso es también lo que contamos en la película.
Esto no ocurre solo allí y es un asunto que ya tiene que ver con la ciencia y con la medicina… y la comunidad científica se comunica ¿no?
El primer caso fue en 1998. Empezaron a investigar a ver lo que pasaba, pero no se adelantó mucho en años, hasta 2018. Entonces pidieron a un médico que hiciera toda una investigación sobre todo esto. La ultraderecha siempre dijo que esos niños fingían, mientras que los médicos decían que no podía ser, que esos niños no reaccionaban ni a pinchazos ni a nada. Entonces, entre ellos también había una lucha. Pero sobre todo es la ultraderecha, que ya empezaba a subir, el auge de los ultras no es de ayer.
Como dice, usted muestra un mundo muy pulcro tras el que se esconde toda esta oscuridad y este horror, ¿vivimos un tiempo en el que tapamos la realidad?
Sí y tapar lo que está pasando en el mundo que es terrible no es algo que solo sucede en Suecia, sino que sucede en todo el mundo. Estamos escondiéndonos, intentando escondernos, el sistema intenta esconderse. Lo que está sucediendo es realmente horrible. Vivimos en una sociedad donde cuenta mucho la imagen. Desde nuestros medios personales, Instagram, Facebook, lo que enseñamos no es la realidad, creo que hemos olvidado ser seres humanos y reaccionar como seres humanos ante otros seres humanos. No nos miramos, no nos escuchamos, solo enseñamos lo que creemos que debemos enseñar, lo mejor de nosotros según creemos. Yo vengo de Grecia, donde el sistema también presenta una realidad preciosa, maravillosa. Incluso durante el covid-19 hacían vídeos maravillosos, cuando en realidad Grecia ya estaba herida por lo que había ocurrido, pero el gobierno decía que todo era maravilloso, que todo funcionaba bien. El sistema esconde la realidad o la muestra para dar miedo, para asustar, y conseguir que todo el mundo esté estresado… Realmente controlan a quien quieran. No sabemos dónde está la verdad, al menos yo no lo sé.
Hablando de imágenes, la película tiene estética de ciencia-ficción, ¿quería, de algún modo, contar que ya estamos viviendo lo que antes llamamos distopía?
Exactamente, una distopia, exactamente. Era muy consciente al usar este tipo de imágenes distópicas para contar una verdad muy fea, pero es la verdad. Y dentro del cine, utilizo la ciencia-ficción para el relato, porque esa sensación, ese síndrome, para mí es una distopía, es distópico, es como algo fuera de este mundo. Aquí estamos, en el siglo XXI, en 2025, y no hay nada que podamos hacer por esos niños excepto cuidarlos. Para mí eso es distópico, ese síndrome es distópico. Caen en un coma porque ya no pueden aguantar emocionalmente, es una sensación distópica. Y ser refugiado en Suecia… también era una estética dirigida a mostrar cómo el sistema siempre gana. No puedes luchar contra el sistema. Todo es preciso, todo es correcto, todo es magnífico, pero tú no perteneces a él, tienes que demostrar que eres parte del sistema y si no lo consigues, se acabó. Con la película, además, intento comprobar ese punto de vista, ese enfoque emocional, cómo se sienten esas personas en ese mundo, que es como un limbo, cómo piensan…
Lo que cuenta la película es que el sistema también dice qué emociones se pueden mostrar y cuáles no. A los padres les dicen que sonrían a sus hijas dormidas, que eso las va a ayudar. ¿Cambiaría algo si los niños no estuvieran sobreprotegidos?
Es la segunda vez que trabajo con niños. Decidí hablarles como jóvenes adultos y no como niños, porque si sabes cómo decirles las cosas, pueden escucharlo todo. Si simplemente les tiras la mierda que ocurre en el mundo, no funciona, va a confundirlos y no puedes, además, estropear la belleza de sus principios. A los 200 niños que vi para el casting tuve que explicarles qué ocurría en esta película y vi que estaban preparados. Fue más difícil en Miss Violence, pero porque era un relato con pedófilos. Pero con esta película, me he dado cuenta de que están preparados, de que lo entienden, y eso no significa que se vayan a sentir inseguros. Pueden saber y al mismo tiempo sentirse seguros, saber que hay pedófilos en el mundo, que el sistema no siempre funciona, que hay enfermedades, que hay síndromes como éste, o sea, que la vida no es de color rosa, pero si los padres les apoyan, se sienten seguros.
En sus películas hay cierta obsesión con cómo tratamos a los niños.
Creo que podemos cambiar el mundo y los niños son el futuro, a través de ellos podríamos hacer un futuro mejor. No se trata realmente de los niños, sino más bien de lo que hacemos a los niños. Por ejemplo, en Toronto, durante un debate, una mujer me dio las gracias y me dijo que por primera vez se dio cuenta de cómo su marido violó a su hija cuando tenía 11 años. El cine puede hacer que la gente se despierte, también puede mostrar cómo es la sociedad, aunque la gente prefiere reír, ver comedias… Ya sé que la gente tiene bastantes problemas, sobre todo después del covid, y que todo el mundo se deprime y prefieren un cine más ligero, pero yo sigo pensando que hay que contar la realidad.
O es usted sorprendentemente optimista o ¿tiene verdadera fe en el poder de la cultura y el arte para remover conciencias?
Lo soy, optimista, lo sé, me acusan siempre de ello. Por otro lado, es interesante hablar de la fe en el cine, porque a mí realmente no me gustan mucho las películas que tienen tanto éxito hoy, no encuentro el sentido de esas películas. Las plataformas, todo eso… o sea, me parece estadounidense. No quiero decir que el cine estadounidense sea malo, pero es muy diferente del europeo, aunque creo que el cine europeo se inclina cada vez más también hacia el americano. Así que no sé si tengo mucha fe en ello.
Volvamos al síndrome de resignación, ¿sucede en más países? Al principio eran niños de países bálticos, ¿hoy lo sufren niños de cualquier nacionalidad? ¿qué pasa con esos niños, hijos de refugiados, cuando se les deniega a los padres el asilo?
Al principio, sobre todo eran de las repúblicas exsoviéticas, pero ahora sí que en Suecia hay también los primeros niños ucranianos. Es muy sencillo, estos niños han pasado por una vida dura, han sido testigos de asesinatos, violaciones, ataques brutales, tienen miedo y se van en busca de una mejor vida. Suecia, digamos, es el paraíso para ellos. Pueden ir al colegio, tienen dinero, tienen ropa, se integran y se sienten seguros. Y cuando deniegan el asilo a sus padres, saben que vuelven al infierno, saben que sus padres volverán a ir a la cárcel o quizás mueran. Está pasando ahora con Ucrania, porque creo que el proceso ya no es automático y muchos tienen que volver a donde lo han pasado muy mal. Y también ocurre en Grecia, por ejemplo, aunque allí no les ofrecemos el paraíso. Hay casos en Lesbos, parece que hay alguno en España también, pero no tan masificados como en Suecia.
¿Cree que parte de esa reacción se debe al espejismo de una Europa que supuestamente acoge con los brazos abiertos a los refugiados?
No sé, no estoy seguro de que Europa diga nada de eso, nunca he visto ninguna publicidad, ningún anuncio que diga que venir a Europa es el paraíso, aunque es verdad que muchos refugiados de Irak, de Irán, llegaban a Grecia, pero todos querían ir a Suecia, aunque no podían por la convención internacional, que dice que debes quedarte en el primer país que te acoge. Llegan a Grecia, no saben qué hacer, no tienen dinero, no tienen amigos, no tienen nada… es una situación muy violenta, porque en Grecia está claro que hay demasiados y no se les quiere. Europa no toda es el paraíso para ellos y no hay que olvidar, que es muy importante, que la gente que consigue salir de sus países son burgueses. Los refugiados políticos necesitan mucho dinero para venir a Europa.
Hoy si estos niños permanecen en coma, las familias se quedan en Suecia, ¿siempre ha sido así?
No, hasta 2014 los deportaban directamente, los deportaban en camillas hacia sus países, con los padres. Pero el rey de Suecia dijo: "Pero ¿qué mierda estáis haciendo?" y entonces aceptaron que los chicos se quedaran. La derecha dijo que no, que si hacían eso los niños iban a fingir para que los padres se quedaran.
No van a pasar muchos años para que prácticamente todos seamos refugiados, exiliados climáticos…
… sí, es obvio que todos vamos a ser emigrantes, quizás no dentro de 10 años, pero dentro de 20, 30, 40. Esa es también la razón para hacer esta película. Quería mostrar que no son todo personas que vienen en pateras, que es también gente de clase media, como nosotros. Todos vamos a acabar yendo a un Estado desconocido por el cambio climático, por el dinero, por la política. La idea del refugio va a seguir y cada vez va a ser más dura y por más razones. Porque la raza humana tiene un talento para postergar las cosas, para pensar que esto va a ocurrirle a otro, no a él… ¿Es ignorancia o es la oscuridad? No sé cómo es el clima aquí, pero en Grecia es tremendo, no tengo una respuesta, pero creo que es hora de que se empiecen a tomar decisiones para el medio ambiente. Va a ser difícil porque, claro, el mundo es capitalista, tiene demandas, necesita cosas. Pero hay que reaccionar. Durante el covid vimos que la contaminación había desaparecido porque los coches no se movían, entonces está claro que se puede hacer mejor y creo que es hora de hacerlo. Pero también creo que todo el mundo olvida el futuro, es un poco extraño.
Hoy, pensando en el futuro, nos dedicamos a debatir si dedicar el dinero a más armas o a muchas más armas.
Eso es lo que Europa está hablando ahora exactamente, lo que se está debatiendo en Bruselas, que necesitamos invertir en más armas. De repente, en dos semanas, en tres semanas, hemos perdido totalmente la dirección. Europa nunca, durante años, ha pensado en aumentar sus presupuestos militares. El problema es que siento que nunca sé la verdad, ¿por qué ocurrió la guerra de Ucrania? ¿por qué Afganistán, Siria? Siempre tengo la sensación de que hay una excusa para cada guerra, que solo es una excusa y que siempre empujan hacia una dirección, hacia donde el dinero quiere ir. Pero igual no es esto… Es la ultraderecha, ahora hay que invertir en armas porque viene la guerra, pero yo no sé realmente lo que ocurre y creo que nadie mira el verdadero problema y lo que pasa es que siempre se crea un problema para tapar otro e impedir que se mire hacia el futuro.
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