Entrevista a Luz Janeth Forero, directora de la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas en Colombia.“Cualquier Estado comprometido con el cumplimiento de los derechos humanos debe velar porque no haya desapariciones”

Marta Saiz
Barcelona--Actualizado a
La desaparición forzada es un crimen de lesa humanidad de carácter permanente, ya que se sigue cometiendo hasta que se encuentra a la persona, sus restos o se obtenga evidencia de lo que ocurrió. En Colombia, este delito fue tipificado en el Código Penal en el año 2000. Antes de esa fecha, las familias de las personas desaparecidas solo podían solicitar investigaciones por secuestro simple. Originalmente, la ONU y la Convención Interamericana definieron la desaparición forzada como un acto cometido por “agentes estatales, o por personas o grupos de personas que actúen con la autorización, el apoyo o la aquiescencia del Estado”. Sin embargo, en el caso colombiano, se estableció que este delito también podía ser cometido por particulares.
La Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas de Colombia (UBPD) fue creada en el marco del Acuerdo de Paz de 2016 entre el Gobierno y la antigua guerrilla de las FARC-EP, como parte del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición. Según sus últimos datos, en el país hay aproximadamente 124.734 víctimas de desaparición registradas antes del 1 de diciembre de 2016. La Unidad tiene competencia sobre desapariciones ocurridas hasta esa fecha en el contexto del conflicto armado, lo que incluye no solo víctimas de desaparición forzada, sino también de secuestro, reclutamiento forzado y personas que murieron en el marco de las hostilidades, cuyos cuerpos pueden estar en cualquier territorio de Colombia.
Desde 2023, la directora de la Unidad es Luz Janeth Forero, quien fue designada por un periodo de cinco años. Con más de dos décadas de experiencia en el sector público, ha desempeñado roles técnicos y administrativos en el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, donde se convirtió en la primera mujer en ocupar la dirección general de esta entidad. Conversamos con ella recientemente a su paso por Barcelona, donde presentó el documental Por cielo y tierra. La búsqueda de personas dadas por desaparecidas en Colombia.
¿Por qué debería ser una prioridad para todos los Estados la búsqueda de personas desaparecidas?
Lo primero que debemos decir es que ninguna persona en ningún lugar del mundo debería ser desaparecida. La desaparición es una grave violación de los derechos humanos que priva a las personas de derechos como la vida, la libertad y la seguridad y que implica que las personas sean sometidas a tratos crueles e inhumanos. Cualquier Estado comprometido con el cumplimiento de los derechos humanos debe velar por que no haya desapariciones y debe asumir la responsabilidad de encontrar a las personas desaparecidas dentro de su territorio. Priorizar la búsqueda refleja un compromiso no solo con los derechos humanos, sino también con la paz, la justicia, la verdad y la no repetición de estos hechos. El compromiso con los derechos humanos es un principio fundamental de la democracia y debe trascender los gobiernos de turno, convirtiéndose en una obligación permanente de los Estados democráticos, como Colombia o España. Garantizar la búsqueda es, además, un acto de empatía con el dolor de familiares y seres queridos, y un paso esencial para la reconciliación en sociedades marcadas por la violencia.
En el caso de Colombia, ¿cuántos restos ha entregado la Unidad a las familias durante todos estos años de trabajo?
En estos años de trabajo hemos recuperado cerca de 2.500 cuerpos. Implementamos un cambio de estrategia enfocado en la recuperación de cuerpos, no solo para acelerar la búsqueda e identificación, sino también para proteger a aquellos que corren el riesgo de volver a perderse en trámites administrativos, en cementerios o por desastres. En el último año logramos entregar dignamente 418 cuerpos a sus familias. Sin embargo, es importante destacar que nuestra labor no se centra únicamente en la recuperación de cuerpos, sino también en la búsqueda de personas con vida. Gracias a este enfoque hemos logrado encontrar con vida a más de 160 personas. Otro aspecto clave de nuestro trabajo es el mapeo de sitios de interés forense. Actualmente tenemos identificados más de 10.000 puntos de interés, que incluyen cementerios, fosas a cielo abierto y sitios irregulares de disposición de cuerpos, como ríos y basureros. Nuestra labor consiste en intervenir estos lugares para confirmar o descartar la presencia de personas desaparecidas.
¿Cuál es el papel de las mujeres en la búsqueda de personas desaparecidas?
La búsqueda de personas desaparecidas en Colombia es una actividad feminizada, históricamente liderada por mujeres. Esto puede estar relacionado con el hecho de que la mayoría de los desaparecidos son hombres, pero siempre me pregunto: ¿realmente la mayoría de las víctimas son hombres o simplemente hay muchas mujeres desaparecidas a quienes nadie busca? La realidad es que las mujeres suelen hacer de la búsqueda un proyecto de vida y, además, la mayoría lo hacen en condiciones extremadamente precarias. Son personas que han sido victimizadas por la guerra y la violencia, y que han tenido que llevar esta lucha solas durante 20, 30 o incluso 40 años. No podemos olvidar que a las mujeres de Colombia, en especial a aquellas que integran organizaciones de víctimas, les debemos la existencia de este mecanismo de búsqueda.
“La búsqueda de desaparecidos en Colombia ha sido liderada históricamente por mujeres”
El pasado diciembre fueron hallados los restos humanos de personas en La Escombrera, un vertedero de Medellín. Este hallazgo representó un hecho histórico, que visibilizó la lucha de colectivos de mujeres que durante años denunciaron lo que allí ocurría. Gracias a esta búsqueda, surgió un lema que se gritó y pintó en ciudades de todo el mundo: “Las cuchas tenían razón”.
Cualquier desaparición en el contexto del conflicto armado debería ser un caso icónico, porque no deberíamos tolerar la desaparición de una sola persona. Pero La Escombrera tiene connotaciones particulares. Desde hace décadas, en Medellín se hablaba de ese lugar y se decía que allí pasaban cosas. Era un sitio que facilitaba la desaparición, porque los escombros y la basura se arrojaban indiscriminadamente, lo que hacía posible ocultar cuerpos en un espacio tan vasto. La primera solicitud de búsqueda en ese entorno data de 1975, y con los años las denuncias sobre lo que ocurría allí se hicieron más fuertes, sobre todo a principios de este siglo. Aun así, hubo negacionismo y escepticismo por parte del Estado. Otras instituciones, como la Fiscalía General de la Nación, hicieron intentos de intervención en 2014 y 2015, pero no se logró avanzar. Hay que entender que intervenir en La Escombrera tiene un costo altísimo en todos los sentidos: económico, logístico y emocional. En algunos puntos, tuvimos que remover hasta 25 metros de escombros y desechos. Este lugar también es importante porque hay una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos relacionada con un desaparecido en ese sitio, el caso de Arles Edison, que ya ordenaba al Estado tomar medidas allí.
“¿Realmente la mayoría de las víctimas son hombres o simplemente hay muchas mujeres desaparecidas a quienes nadie busca?”
La Escombrera terminó siendo una lucha contra el escepticismo. Muchas personas, incluso informantes que participaron en el conflicto, nos decían que allí no se encontraría nada y que no valía la pena intentarlo. Pero las madres que llevan años buscando sabían que sus familiares estaban allí. Por eso digo que es un antídoto contra el escepticismo, pero también una demostración y una evidencia clara de que en materia de búsqueda nada es imposible. Lo que durante años intentaron ocultar o desvirtuar, lo que algunos llamaban un mito urbano, resultó ser una verdad.
Si la búsqueda ya es complicada para quienes están en Colombia, todavía lo es más para las miles de personas que buscan desde otros países. De hecho, muchas fueron obligadas a exiliarse precisamente por denunciar la desaparición de sus familiares. ¿Qué papel tienen las y los colombianos que buscan desde el exterior y cómo se trabaja con ellos desde la Unidad?
Cada día tratamos de acercarlas más, especialmente ahora que las herramientas tecnológicas lo permiten. Hay grupos organizados, como el Familiares Europa Abya Yala de Personas Desaparecidas en Colombia, que ha construido una red solidaria de apoyo emocional, algo fundamental en este proceso. Tenemos contacto permanente con ellas y hemos venido diseñando un plan de búsqueda desde el exterior para facilitar el acceso y el acompañamiento. Además, en nuestros planes está la creación de una especie de satélite de la Unidad de Búsqueda en distintos países. Hasta ahora hemos identificado cerca de 300 personas buscando desde el exterior, aunque sabemos que hay muchas más que aún desconocen el mecanismo o temen activarlo porque no comprenden del todo su carácter humanitario y extrajudicial.
¿Ha afectado a la Unidad los recientes recortes que ha hecho la Administración de Estados Unidos en temas humanitarios y de cooperación?
Claro que sí. La búsqueda es muy compleja, difícil y costosa. Y cuando hablamos de lo costoso, no solo nos referimos a los recursos financieros, sino también a los recursos humanos y logísticos que se requieren. Por ejemplo, tenemos misiones de un mes en la selva con 20 o 30 personas. Y, en algunos casos, hemos tenido que construir caminos y trochas en la selva, lo que implica un despliegue logístico y administrativo de recursos significativos.
Con estos recortes estamos perdiendo casi un millón de dólares que USAID nos proporcionaba para atender necesidades concretas. Por ejemplo, uno de los proyectos que se ha visto afectado es nuestra estrategia de unidades móviles, que son oficinas ambulantes que recorren el país. Hace poco, una de estas unidades recorrió 2.400 kilómetros, recogiendo solicitudes, muestras, haciendo pedagogía sobre la búsqueda y generando incidencia. Y ahora queremos implementar una unidad móvil fluvial, que implicaría una logística aún más compleja. De hecho, los recortes ya han empezado a ser visibles. En particular, USAID había contratado a un equipo de antropólogos para un proyecto en nuestros laboratorios de abordaje interdisciplinario con Medicina Legal. Los contrataron un jueves y al martes siguiente ya se les retiró el contrato. La orden fue tan tajante que incluso se pararon compras que ya estaban a punto de realizarse.
¿Qué aspectos de la experiencia colombiana en la búsqueda de personas desaparecidas podrían ser útiles para otros países, como España? ¿Qué le hace falta a los mecanismos de búsqueda en el mundo para ser más efectivos?
La Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas en Colombia surgió del trabajo articulado y continuo con las organizaciones sociales, quienes diseñaron nuestra arquitectura institucional con un mandato estatal, humanitario y extrajudicial único en el mundo. Esta experiencia colombiana ha comenzado a mostrar resultados gracias a un enfoque humanitario y extrajudicial, que no busca juzgar ni castigar a quienes cometieron las desapariciones, sino concentrarse en la búsqueda, localización, recuperación y entrega de los restos de las personas desaparecidas, o en algunos casos, encontrarlas con vida.
Las experiencias de búsqueda en el mundo señalan que son los mismos familiares quienes lideran la búsqueda, con pocos recursos y, en la mayoría de los casos, sin el acompañamiento adecuado del Estado. Los países deben garantizar el acompañamiento a los familiares y a las organizaciones en la búsqueda, fortaleciendo o creando instancias institucionales comprometidas con la garantía de los derechos humanos. Esas instancias deben reconocer y atender las solicitudes y trabajar para mantener viva la memoria de la desaparición y la búsqueda. Además, incluir a las organizaciones de personas buscadoras en los esfuerzos estatales permite aprovechar la experiencia que estas organizaciones tienen en estrategias de sensibilización, promoción de paz y atención a las víctimas, lo que facilita la reparación de sus derechos fundamentales. La participación activa de las personas que buscan es una parte fundamental del proceso. Es reparadora y sanadora.
“Los países deben garantizar el acompañamiento a los familiares y a las organizaciones en la búsqueda”
Al hilo de la pregunta anterior, en el caso de España muchas organizaciones o personas llevan a cabo la búsqueda en condiciones precarias y sin ayuda estatal.
Exacto, ¿hasta dónde debe llegar el voluntariado y hasta dónde la cooperación? Indiscutiblemente, los Estados que han enfrentado problemas de desaparición forzada deben incluir este tema en sus presupuestos nacionales, con partidas específicas destinadas exclusivamente a la búsqueda, sin importar si son grandes o pequeñas. Es algo fundamental. Además, debe estar en la agenda pública, porque si no se visibiliza, todo lo demás se vuelve aún más difícil, casi imposible de sostener.
Su mandato en la Unidad será hasta 2028. El próximo año hay elecciones en Colombia. En caso de que gane un gobierno con tendencias más negacionistas hacia el trabajo de búsqueda y la desaparición forzada, ¿cómo se articulará el trabajo con la Unidad?
El Gobierno que creó la Unidad fue el de Juan Manuel Santos, en el marco del Acuerdo de Paz. Luego llegó el Gobierno de Iván Duque, que no mostró interés en el tema. Y con este Gobierno tampoco ha sido así. Por eso digo que toca hacerlo, trabajar y buscar mecanismos para conseguir recursos, apoyo y respaldo social, que es clave. No me asusta la posibilidad de que un gobierno respalde menos la búsqueda, porque la Unidad tiene una fuerte vigilancia internacional y un respaldo global importante. De todas formas, habrá que seguir peleando y suplicando por el presupuesto, pero eso es parte de la gestión pública en cualquier contexto.
Además, nuestra independencia y autonomía lo permiten. No nos nombra ni nos quita nadie del gobierno de turno, no tenemos cuotas burocráticas y el gobierno no puede interferir. Somos un organismo sui generis. No pertenecemos a ningún poder del Estado. Por eso siempre digo que la única autoridad de la Unidad de Búsqueda son las víctimas. Y si realmente hubiera voluntad con las víctimas y con la búsqueda de las personas desaparecidas, eso se reflejaría en discursos públicos, en narrativas de posicionamiento y, sobre todo, en recursos concretos. Y nada de eso ha pasado.
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