Opinión
¡Fascistas acosadores fuera del Congreso ya!

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Por Juan Tortosa
Periodista
Van tarde los periodistas parlamentarios protestando por la presencia entre ellos de provocadores ultras disfrazados de informadores que dificultan su trabajo y usan la acreditación que nunca debieron tener para fustigar a los políticos en las ruedas de prensa, además de perseguirlos y acosarlos micrófono en mano por los pasillos y aledaños del Congreso de los Diputados. No sé por qué han esperado tanto, como tampoco entiendo por qué las presidentas de la institución (antes Meritxell Batet y ahora Francina Armengol) no han desposeído ya a individuos como Negre, Quiles o Ndongo de unas acreditaciones que profanan cuando las esgrimen.
Algo se nos está yendo de las manos. Algo muy serio está fallando y nadie parece dar con la tecla que permita salir del embrollo. Los fascistas avanzan gracias a los instrumentos de los que los dota el sistema democrático y así, cuando llegan al poder, se cargan en tres días el universo de libertades que costó decenios construir. No voy a explayarme hoy aquí hablando de los desmanes del “gorila” estadounidense, apelativo con el que califica a Donald Trump el eurodiputado del Partido Popular Esteban González Pons, sino del peligro que palpamos en nuestra propia casa y que, con la mayor de las impotencias, comprobamos cómo crece cada día.
Organizaciones ultras como Hazte Oír o Abogados Cristianos se sirven del sistema judicial de la manera más abominable para tensar la convivencia y poner en marcha procedimientos que casi siempre acaban en nada pero que mientras permanecen abiertos deterioran, puede que sin remedio, nuestra salud democrática. Que haya jueces que les den bola y prensa que les proporcione altavoz redondea tamaña insidia y contribuye a pudrir la armonía imprescindible para coexistir en paz.
Hay que encontrar la manera de no seguirles el juego, de que no nos marquen la agenda, de que no puedan acosar con la impunidad con la que lo hacen. No es de recibo tampoco, como decíamos al principio, que unos tipos se cuelen en el Congreso y, disfrazados de periodistas, se sirvan de la actividad parlamentaria para, “intimidar a la prensa y montar cada día peliculillas con las que echar de comer al algoritmo y a sus tropas de trolls, cuentas anónimas y demás odiadores”, como ha escrito mi compañera Carmela Ríos.
"Sufrimos descalificaciones, insultos y señalamientos por parte de personas que trabajan junto a nosotros y no respetan unas elementales normas de convivencia. Incluso nos amenazan con dar a conocer nuestros domicilios, ¡basta ya!", denuncian los periodistas parlamentarios. Lo siento, compañeros, pero vais tarde, como os decía. Hace casi tres años que, en este mismo rincón, me hacía yo algunas preguntas que continúan sin respuesta, entre las que me voy a permitir refrescar unas cuantas:
“¿Es aceptable que alguien use una acreditación periodística para provocar a según qué políticos comparecientes convirtiendo así la sala de prensa del Congreso en una prolongación de los enfrentamientos que Vox suele protagonizar en el hemiciclo? ¿Se les puede negar el acceso? ¿Se les puede poner condiciones?¿Cómo impedir la presencia de estos personajes sin que eso acabe convirtiéndose en un peligroso precedente para recortar libertades a quienes hacen su trabajo de manera respetuosa y profesional? ¿Cuándo una pregunta deja de ser correcta para convertirse en incorrecta, dónde está la frontera? Es más, ¿hay preguntas incorrectas? Los ultras provocadores no alzan la voz, no insultan, sencillamente encanallan el ambiente con directos al hígado retorciendo argumentos y distorsionando la realidad mientras ponen cara de no haber roto nunca un plato”.
Hay que encontrar la manera de acabar con la impunidad de estos provocadores, pero técnicamente no parece que sea fácil. En este lío andamos desde hace ya bastante tiempo, se ha esperado demasiado para salir a protestar a las puertas del Congreso mostrando folios con una frase, “Señalar no es periodismo”, cuya ambigüedad ha permitido a los crispadores interpelados posar al día siguiente en el mismo lugar con el mismo papel y las mismas palabras escritas en él que sus “colegas” hastiados. Si “señalar no es periodismo”, ¿por qué nos señaláis?, se preguntaban Ndongo y Quiles con el descarado recochineo que les caracteriza.
Tenemos razón, pero no acertamos. A este paso se quedarán ellos y nos echarán a los demás. En Estados Unidos ya han empezado. Han expulsado de las ruedas de prensa en la Casa Blanca a Associated Press, la más prestigiosa agencia de noticias del país, han cerrado la oficina de la CNN en el Pentágono y han dejado fuera del pool al HuffPost y a la agencia Reuters, otra de las más reconocidas del mundo.
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