Opinión
Lo de las 'oposiciones' a juez
Directora corporativa y de Relaciones institucionales.
Tuve un amigo en Lugo que acabó Derecho en Santiago de Compostela -una de las mejores universidades del asunto en España y Europa en mi época, al menos, finales de los 90- con unas notas impresionantes. La Facultad de Derecho en Santiago era aquella donde el Derecho Romano se dejaba para el final de la carrera, era La Imposible, pero mi amigo la aprobó en su año, el primero, en junio; como todas las demás: año por año, matrículas y sobresalientes. Madre y padre universitarios, familia de renta media-alta en Lugo, donde como todo el mundo sabe, hoy, puedes alquilar un piso nuevo de dos habitaciones y dos baños (ojo) por 500 euros. Mi amigo era un fenómeno y le apasionaba (vivía) el Derecho…
Pero quiso ser juez.
Pasó cinco años, casi seis, estudiando un temario infinito. Padre y madre, para que aprovechara mejor sus doce horas al día de encierro (la casa era ruidosa, con familia numerosa y peludos varios), le alquilaron un pequeño estudio abuhardillado en Lugo (300 euros, entonces unas 50.000 pesetas, más gastos), solo para estudiar. A veces, tratando de apurar, se quedaba a comer en "el zulo" (lo llamaba), otras a dormir… incluso, en su día de descanso (uno de siete a la semana) se llevaba a su novia (que fue ex enseguida) y/o a sus amigos para tomar unas cervezas y hablar de la vida. ¿Qué vida? La de sus amigos y (ex)novia, él solo hablaba de Derecho y de su futuro como juez. Un coñazo de tío.
Para que tuviera la mejor preparación, padre y madre le buscaron también el que -les decían- era el mejor preparador (juez) en Madrid, nada más y nada menos: la capital de la judicatura. El tal fenómeno vivía en un chalé en Chamartín, creo recordar que era por Pío XII, no estoy segura. Mi amigo iba cada 15 días, 48 horas, a dar los temas y a ser preparado por tan alta instancia; llevaba el pago en billetes, ya saben: el preparador era juez y así enseñaba a mi amigo lo que era impartir Justicia en este país, pues de primero de Tribunales (y legalidad) es cobrar en B. Nadie lo cuestionaba.
Como mi amigo, encima de lo que tenía, no dejaba de sentirse culpable (sus hermanos y amigos trabajaban ya, con mayor o menor fortuna, y a él, madre y padre seguían pagándole todo: estudio, comida, una paga semanal, ropa… Unos 1.000 euros al mes, 166.000 pesetas sin contar al juez del dinero negro), cuando venía a Madrid, dormía en casa de amigos/as (yo misma) y dejaba los gastos del alojamiento en la capital para comprarse la comida en Lugo y dar algo de oxígeno a padre y madre; intuyo que más por dignidad que otra cosa, ya que a su familia no le faltaba de nada.
El preparador, el juez B, lo tenía (le decía) como a su alumno favorito, incluso le enseñaba y preguntaba por sus propias causas reales. Mi amigo argumentaba el Derecho como si fuera una película: cuando hablaba, pasaban por tu cabeza las imágenes del caso, los personajes, los hechos, los interrogantes (que él iba rellenando conforme a Derecho), los indicios, evidencias, pruebas… y conclusiones. Era su relato, pero no chirriaba nada, todo quedaba encajado, razonado conforme a ley. Y encima, sin faltas de ortografía ni derrapes gramaticales, tan en boga en los juzgados. El preparador estaba encantado; padre y madre también.
Nunca aprobó las oposiciones.
Cinco años, casi seis, estudiando, viajando de Lugo a Madrid con sus esquemas, su bibliografía inútil, su preparador entusiasmado… Unas 200.000 pesetas al mes, 1.200 euros, ya contando al juez en B que pagaban sus padres, un tribunal indignado -decían cuando le examinaban- porque no había chapatoria pura, porque él estaba razonando y dirigiéndose aquí y allá en la historia del Derecho, a la jurisprudencia, incluso. ¿A quién se le ocurre tratar de razonar y no memorizar sin más, como un papagayo?
Me acuerdo mucho de mi amigo estos días (hoy es un reconocido abogado penalista en Galicia), cuando se ha planteado (por fin) la reforma del sistema de acceso a la carrera judicial, que es un puro cachondeo elitista y mafioso. Renovar el poder judicial y sus bases pasa por dar a todos las mismas oportunidades de acceso y reformar un sistema de oposición obsoleto y clasista, probablemente, nunca útil por cuanto se basa en la memorización con calzador durante años mientras te mantienen terceros porque no tienes ni un euro ganado. ¿Imaginan a un médico aprobando con las mismas aptitudes que el opositor a juez, una memoria con capacidad de incrustación y razonamiento a elección, que puede ser ninguna? ¿Cuántos/as de ustedes fueron capaces de memorizar algún temario infame para un examen sin tener ni pajolera idea de lo que quería decir, pero había que pasar la prueba? ¿Recuerdan algo? Me consta que mi amigo intentó devolver con creces a padre y madre el dinero que les costó como opositor (1.200 euros al mes durante casi seis años, hagan cuentas); no hacía falta, pero el sistema le dejó para siempre esa basura en el ánimo: no era lo suficientemente bueno para impartir justicia, aunque haya logrado sentencias históricas como penalista. ¿Y quién no tuvo ni tiene siquiera la capacidad de intentarlo por falta de medios? ¿Tampoco era lo suficientemente bueno? ¿De qué igualdad hablamos y, sobre todo, de qué judicatura? La convicción de mi amigo de que no vale para juez es mentira, claro; un espejismo tal, por ejemplo, como decir que Adolfo Carretero es un juez excelente y, ahora, una víctima del sistema feminazi. Angelito.
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