El interrogatorio del juez Carretero a Mouliaá revela el machismo en la judicatura: "Banaliza la violencia"
Muchas mujeres no denuncian sus casos de violencia sexual por miedo a que sus relatos sean invalidados en el juzgado. Las expertas critican la falta de perspectiva de género a la hora de abordar estos casos.
Alejandra Mateo Fano
Madrid--Actualizado a
El interrogatorio del juez Adolfo Carretero a la actriz Elisa Mouliaá en el juicio contra Íñigo Errejón ha disparado las alarmas sobre el machismo imperante en la judicatura española. Durante la vista, el titular del Juzgado de Instrucción 47 de Madrid arrojó sobre la denunciante preguntas abiertamente misóginas como "¿Sabe usted para qué (se sacó el miembro viril)?" o “¿Por qué ha tardado tres años en denunciar los hechos?”. El magistrado llegó incluso a cuestionar a Mouliaá por no haber frenado a Errejón cuando este la acosó en varias ocasiones. "Este tipo de interrogatorio revictimiza a las mujeres y las aleja de la denuncia y de la protección. El juez debe valorar las pruebas, no cuestionar a la víctima”, reprochó tiempo después la Ministra de Igualdad, Ana Redondo, a través de su cuenta de X.
A ojos de las expertas, las palabras de Carretero evidencian una vez más los prejuicios machistas que todavía permean en los órganos judiciales. La abogada feminista Celia Udías incide en dos de ellos: “Primero, el magistrado da por hecho que la víctima está denunciando por despecho, siempre se ha repetido el mito de que las mujeres demandamos cuando no quieren estar con nosotras o por venganza”, cuenta a este medio. Por otro lado, explica, “socialmente se entiende que el cuerpo de una mujer es público y si la mujer no quiere que sea así, tiene que manifestarlo de manera expresa, se nos pide que verbalicemos que no queremos mantener sexo, no vale con decir que estás incómoda”.
La mayoría de veces, sobre todo cuando existe una relación de poder entre la víctima y el agresor, manifestar con una negativa contundente el rechazo no es sencillo. El miedo y confusión que a menudo padecen las víctimas tras sufrir una agresión les impide denunciar con la celeridad que algunos jueces exigen. La jurista y activista Esther Casas detalla a Público que las víctimas, al haber pasado por experiencias traumáticas “muchas veces no pueden narrar los hechos como un relato pormenorizado, repitiendo siempre los acontecimientos en el mismo orden o con palabras similares”, lo que contribuye a que se debilite su credibilidad.
Solo el 8% de las víctimas de violencia sexual denuncia
Para que estos factores se tomen en consideración, aseguran las especialistas, es preciso que los jueces dispongan de perspectiva de género al abordar casos como el de Mouliaá. Las palabras del magistrado -más basadas en emitir juicios de valor que en formular preguntas a la declarante- siguen situando la culpa en la propia víctima. Por este y otros motivos muchas mujeres no se atreven a denunciar a través de los juzgados o la Policía. El miedo a no ser creídas, el cuestionamiento constante sobre sus propias vivencias y el sentimiento de vergüenza explican la infradenuncia de casos de violencia sexual. Victoria Rosell, exdelegada del Gobierno de Violencia de Género, calificaba este tipo de comportamientos como "maltrato institucional" y alertaba de su "efecto disuasorio en las demás víctimas".
Es decir, para un número importante de mujeres los juzgados no son espacios seguros sino revictimizantes. Los datos así lo demuestran: según la última Macroencuesta de Violencia contra la Mujer, tan solo el 8% de las víctimas de violencia sexual ha denunciado. Además, la gran mayoría de supervivientes de violencia sexual no buscan ayuda formal y el 10% de las denunciantes se abstiene a declarar. Para la abogada, “a muchas mujeres agredidas se les juzga desde el minuto en el que entran en la sala, se les cuestiona todo lo que han hecho y dicho y hay muchos jueces llegan ya con su idea preconcebida de lo ocurrido”. El machismo estructural no es algo ajeno a los magistrados, que también han sido educados en una sociedad patriarcal. Esa cultura salpicada de prejuicios de género impregna también la judicatura. De este modo, como señala Udías, “al final son personas con su ideología y sus valores, que acaban reflejándose y aplicándose en los juzgados”.
Casas incide en que estos sesgos discriminatorios “suponen una revictimización insoportable que acompaña al ideal de víctima, el estereotipo de víctima destrozada que suspende su vida, mientras que cada persona se comporta de una manera diferente ante un evento traumático y esto afecta al momento de la denuncia”. Es importante señalar, no obstante, que a pesar de este machismo imperante no han descendido las cifras de denuncias (de hecho, las demandas judiciales por violencia de género han aumentado un 9,46% en el último año). Gracias al empuje del feminismo, las mujeres cuentan con más herramientas para identificar la violencia en lugar de normalizarla.
La gravedad de cuestionar el relato de las víctimas
La falta de perspectiva feminista en los juzgados repercute directamente en la seguridad de las víctimas. En este sentido, la abogada recuerda el caso de Ángela González Carreño, cuyo testimonio de maltrato fue deslegitimado en los juzgados. “Nadie creyó que la violencia que había denunciado por parte de su expareja fuera suficientemente grave como para tomar medidas de protección hacia ella y su hija”, narra. Al poco tiempo, el agresor asesinó a la niña en una visita vigilada. Por tanto, concluye la letrada, “las decisiones de magistrados como Carretero matan porque banalizan la violencia”.
Victoria Rosell: “Las decisiones de magistrados como Carretero matan porque banalizan la violencia”
En 2011 un juez de Murcia llegó a considerar que llamar “zorra” a su expareja no era un insulto y que amenazarla con “una caja de pino” no constituía un delito de amenazas. Años más tarde se haría tristemente conocido el caso del juez de La Manada, Ricardo González, quien vio “excitación sexual” y “un ambiente de jolgorio y regocijo” en las violaciones contra la joven en Pamplona.
Hoy, esta crisis de credibilidad a la que siguen enfrentándose las víctimas ha motivado que muchas hayan optado por canales alternativos a la hora de transmitir lo vivido. El relato está ahí, en las redes sociales, los espacios y colectivos feministas, incluso los medios de comunicación. Iniciativas como #Cuéntalo o #SeAcabó o la cuenta-repositorio de Cristina Fallarás han permitido a miles de mujeres compartir sus experiencias traumáticas en entornos de escucha y arrope colectivo.
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