Opinión
Karla Sofía Gascón, la obra y la mujer
Directora corporativa y de Relaciones institucionales.
Que Emilia Pérez es un fenómeno cinematográfico resulta un hecho por su repercusión global, para bien, en la mayoría de los casos, y para mal, en muchos menos, pero no pocos. No voy a hacer una crítica de esta adaptación al cine dirigida por Jacques Audiard basándose en la novela Écoute de Boris Razon; para eso tenemos en Público a la sabia Begoña Piña. Solo vaya por delante que a mí me ha gustado y creo que Karla Sofía Gascón está sublime en el papel protagonista.
La actriz española es la primera mujer trans que aspira a un óscar por esta interpretación y eso ya ha hecho correr ríos de tinta y litronas de odio purulento, hasta hacer sangrar los ojos de quienes defendemos la igualdad de derechos y oportunidades del colectivo LGTBIQ+, uno de los más torturados a lo largo de la historia. Por eso, los tuits xenófobos y racistas de Gascón nos han sorprendido más, porque llegan de una mujer que ha sentido en sus propias carnes cómo el odio hacia la diversidad produce monstruos. Tampoco, sin embargo, es algo nuevo: recordemos que Trump está gobernando EE.UU. ahora gracias al rechazo (y voto) de muchos migrantes hacia sus compatriotas sin regularizar. Este fin de semana, por ejemplo, ilustraba esta contradicción Javier del Pino contando a Juanjo Millás en la Cadena Ser el caso del desconcierto de un inmigrante votante de Trump a cuyo padre habían deportado... por ser un inmigrante.
No obstante, y aunque creer en la justa y equitativa maquinaria de Hollywood y sus premios se me antoja bastante ingenuo, los titulares y articulistas que ya dan a Karla Sofía Gascón como perdedora del óscar a mejor actriz debido a sus rechazables tuits me resultan igualmente cargados de cinismo y falso puritanismo, que detesto (al respecto, lean a Carmen Domingo, en #Cancelado. El nuevo macartismo, en Círculo de Tiza) ¿Qué estamos juzgando aquí? ¿A una mujer por ser trans? ¿A una profesional que hace un gran trabajo? ¿A una persona por ser xenófoba y racista, al menos, hace unos años? Es evidente -no hace falta mucho estudio para conocer la poderosa maquinaria anti-diversidad de este mundo- que los tuits de Gascón no se han publicado ahora por casualidad: los Óscar se entregan el 2 de marzo. También es evidente, y lamentable, que un sector perverso de la población relacione xenofobia y racismo con las personas trans; suele ser ese sector, xenófobo y racista asimismo, el que vincula a homosexuales con pederastas. Estos mismos que, además, acostumbran a adorar a un dios cuyos templos han estado plagados de violadores de niños. Poco que añadir, pues, a semejantes cerebros y sus teorías, gobernantes pese a toda lógica racional.
Esto no es una defensa de los tuits de Gascón, ni mucho menos, sino de su interpretación en Emilia Pérez, sí, merecedora del óscar. La candidata a mejor actriz protagonista es una magnífica profesional, demuestra un talento excepcional y, a la vez, puede ser xenófoba y racista, eso lo tendrá que explicar ella, aunque sus tuits son deplorables y dejan poco espacio a la duda. Nada nuevo: ha habido casos de talentos mayúsculos en las artes -sobre todo, ellos, porque de ellos ha sido el poder y la influencia, también en el cine o la literatura- y cuyas opiniones resultan completamente censurables, se llamen Mel Gibson, Clint Eastwood, Camilo José Cela o se titulen Lo que el viento se llevó.
Me temo que la cuestión nuclear ahora en Gascón es su transexualidad y su categoría como “mejor ACTRIZ protagonista”; he seguido las campañas de odio contra ella, particularmente en X, y son tan demenciales como sus propios tuits de hace años, que sin embargo, y como a tantos, no le quitan un ápice de talento, en este caso, cinematográfico. Hay una parte del puritanismo patrio, transversal ideológicamente, que pretendía cancelar tanto a Nabókov por su Lolita como a Los Lunnis por gais, entre otros muchos despropósitos. Yo prefiro dejar la obra en su sitio y a la persona en el suyo, es compatible; tanto como hoy es muy posible y merecido un óscar a Gascón. Cómo se explique ella sobre sus tuits y lo que decidan hacer productores o directores para compatibilizar (o no) su conciencia y sus valores con los próximos trabajos (o no) de la nominada a mejor actriz será otra historia. No convirtamos ahora la xenofobia en una excusa para la transfobia y/o la censura cultural ni el voto migrante a Trump, en una disculpa para no seguir batallando por los derechos humanos, porque perdemos todas.
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