Opinión
El regreso de la Europa de las grandes potencias


Profesora de Ciencia Política y Estudios Europeos en la UCM.
El Consejo de la UE se ha reunido el jueves con una intención clara, estudiar y analizar cómo hacer frente al reto de alcanzar la autonomía estratégica en el periodo de tiempo más corto posible y eficaz para contener la amenaza existencial que plantea Rusia en su flanco este. Este es el leitmotiv que plantean líderes como Úrsula von der Leyen o Macron, que afirman que “vivimos en tiempos trascendentales y peligrosos” que marcan el principio de una “una nueva era”. El origen inmediato de este cambio de paradigma ha estado causado por la ruptura abrupta del eje transatlántico, que ha dominado la arquitectura de seguridad y defensa de la UE durante los últimos ochenta años.
El relato dominante en la esfera pública apunta que es imprescindible el tránsito desde las sociedades del welfare hacia las sociedades del warfare, como el único camino que permitirá alcanzar esa autonomía en materia de seguridad en un momento de quiebra de todos los consensos construidos desde 1945. Tales consensos apostaron por el imperio del derecho internacional y de la diplomacia como vía de resolución de conflictos. Todo ello, nos cuentan, no deja otra opción al marco europeo que la puesta en marcha de un proceso de inversión, compra y producción de armamento que permita a los europeos no depender de los vaivenes políticos que suceden en EEUU. El nombre de ese plan no ha podido ser menos sutil: Rearm Europe. Sin medias tintas se reabre un debate antiguo bajo el paraguas de la urgencia geopolítica actual. El silogismo es sencillo de entender. Con EEUU in absentia, los europeos estamos a merced de un enemigo poderoso y nuclear, Rusia, que aprovechará la debilidad militar europea para terminar con un “proyecto europeo construido sobre la idea de la paz entre las naciones”. Por eso se hace necesario volver a aquello de lo que tanto se hablaba durante la Guerra Fría, la carrera de armamentos, porque si Rusia está en economía de guerra, nosotros debemos también hacer lo propio para poder defendernos, incluso a costa de sacrificar los valores, principios y modelo social sobre el que se sustenta el mismísimo proyecto europeo. Curioso que para defender ese modelo se proceda a su destrucción desde dentro.
No cuestionaremos desde esta tribuna los cambios geopolíticos y de régimen que se viven en el ámbito internacional de manera acelerada y en tiempo real. Lo que sí parece más discutible es la manera en que se quieren abordar. Porque como en tantas otras ocasiones, siempre el relato cuenta sólo una parte del total de la historia. Así, nos dijeron que era imposible incrementar el techo de gasto de los Estados en los momentos más duros de la crisis económica, incluso a costa de dejar abandonadas a una buena parte de nuestras poblaciones, incluso a costa de reducir las coberturas de los Estados sociales de los que tan orgullos estábamos y que se reivindicaban como el emblema distintivo de lo europeo frente a otros modelos. Luego vimos que quizás en los momentos de escasez, lo que mejor funcionaba era el incremento del gasto público, pero para eso tuvo que llegar una mortífera pandemia. Ahora resulta que el canciller alemán electo, Merz, rompe con la ortodoxia fiscal alemana vigente desde hace quince años y que provocó la ruptura del gobierno de coalición de Scholz, pero sólo para el gasto en Defensa. Luego nos sorprendemos del comportamiento electoral de los alemanes. Y ahora nos cuentan que el incremento del gasto en defensa es esencial, pero no nos dicen exactamente con qué objetivo ¿defender a Ucrania? ¿construir una "Europa de la defensa"? ¿ser potencia geopolítica? Si es así ¿se hará dentro del marco de una OTAN de la que ya no nos fiamos? Tampoco está claro cómo se pagará todo ese gasto, ¿con más impuestos? ¿con partidas presupuestarias que iban destinadas a otros menesteres? Y, por supuesto, no sabemos a qué se refieren exactamente con aquello de las “graves amenazas” que se ciernen sobre nosotros. ¿Hablan de un ataque convencional ruso sobre territorio europeo más allá de Ucrania? O ¿quizás se refieren a más guerra híbrida?
Parece imprescindible que se ofrezcan respuestas a todas o, al menos, a alguna de estas preguntas. La primera, por ejemplo, si el incremento del gasto militar está orientado a la defensa de Ucrania, se entiende que el objetivo último sería que este país consiguiera una paz justa, esto es, el mantenimiento de las fronteras anteriores a 2014. Y, sin embargo, todos, incluido Zelenski, admiten que eso no parece un escenario muy realista. Pero es que, además, esa inversión, de ser ese el objetivo, iría destinada a la compra de armamento para la defensa del país, y ese armamento, puesto que los europeos no lo pueden producir en un tiempo récord, se compraría en… EEUU. Y esto entraría en directa contradicción con la aspiración de alcanzar la autonomía estratégica europea. Si, por el contrario, lo que se quiere es la construcción de una "Europa de la Defensa", la propuesta que está sobre la mesa sería insuficiente puesto que habría que, efectivamente, supranacionalizar esa política, algo que en este momento es absolutamente inviable dentro del marco de la UE. Por tanto, la idea es aumentar el gasto de los Estados en defensa, de manera coordinada, sobre la base del gasto individual o a través de una mutualización de ese gasto. En este caso, tampoco estaríamos en disposición ni de ofrecer garantías de seguridad a Ucrania ni de ser una potencia militar de alcance. El mero gasto en defensa no nos hace más poderosos militarmente, ahora ya gastamos más en esa partida que la Federación Rusa.
Así las cosas, lo que parece que sí se está configurando no es tanto una Europa geopolítica como una nueva Europa de las grandes potencias. Así lo hemos visualizado de manera clara en las cumbres de París y Londres. Así se ha verbalizado por parte del propio Starmer cuando ha hablado de la coalition of the willing, de infausto recuerdo, y del "quien pueda hacer que haga". Y todo ello acompañado de una suerte de renaissance del eje franco-alemán tras una época de declive, pero donde ya no estarán solos. En esta ocasión, el eje estará conformado por tres pivotes, Paris, Berlín y Roma, la triple M: Merz, Macron y Meloni, que son los que articularán el eje geopolítico de Europa. Estarán apoyados, eso sí, por España y Polonia para los flancos Sur y Este y por los países nórdicos en el Ártico. En la esfera externa la estabilidad y seguridad se sostendrán sobre las espaldas del Reino Unido y Turquía.
Lo dicho, vuelve la Europa de las grandes potencias, pero no de la autonomía estratégica de la UE.
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