Opinión
Ruidos y silencios de las bandas de pederastas del Reino Unido
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Periodista
Ahora que parece haber pasado el ruido, vamos con el asunto de los paquistaníes y las bandas de pederastas del Reino Unido. Porque una vez más, la gran pregunta fue, ¿dónde ha estado el feminismo? En fin, por toda Europa, el magnate Elon Musk, el dueño del antiguo Twitter, activó una campaña de desinformación. Era un asunto del Reino Unido, vendido como si fuera nuevo y diciendo que se ocultó. Cuando la verdad es que resucitó un tema de hace más de diez años, ampliamente cubierto, del que hay sentencias, penas de cárcel y hasta una serie con premios.
El caso es horrible, asqueroso y vomitivo, como todo lo relacionado con abusos sexuales y más a menores. En 2011, The Times denunció la explotación sexual de niñas por bandas. En 2014 un informe desveló que entre 1997 y 2013, 1400 niñas, algunas de tan solo 11 años, fueron captadas para ser explotadas sexualmente mientras las instituciones miraban para otro lado. El motivo de ese rechazo era porque algunos de esos captores eran de ascendencia paquistaní. Fueron detenidos y condenados a largas penas de prisión. Empresas verificadoras o periodistas en redes han demostrado ahora las mentiras y el racismo de Elon Musk y los suyos con el tema. Tiene guasa ver de justiciero a Musk sobre el abuso sexual cuando él fue quien abrió más la puerta a vídeos porno en su red.
Lo que me interesa es lo que se trasladó a las redes donde parte de esa manipulación sobre del Reino Unido se replicaba aquí, pero en versión ibérica. Ya se pueden imaginar los datos de agresores sexuales y la nacionalidad. Pero de todo, de allí y aquí, me interesaron tres cosas.
Una. Se sorprenden de que las instituciones no estuvieran a la altura y miraran a otro lado. Parece que nunca han leído aquí el informe del Defensor del Pueblo. Acaban de descubrir la violencia institucional que el feminismo denuncia desde hace décadas. La falta de comprensión, atención y normalización de la violencia sexual ha provocado dobles víctimas. La semana pasada un hombre de Sevilla se libró de la cárcel pese a obligar a sus hijos de seis y nueve años a ver y recrear vídeos pornográficos entre ellos. Y forzó a su hija a tocar sus genitales. Repito: de Sevilla, español, sin cárcel… se libra con unos cursillos. ¿Escándalo? Ninguno.
Dos, en el caso del Reino Unido u otros de capacitación nadie habla sobre lo que hay detrás. Explotan a menores no por afición, sino por negocio. Nadie hablaba de cómo educar a niños y niñas frente a tipos que les chantajean con comida, dinero o “amor”, en la calle o en redes. Nadie hablaba de que esto sucede porque hay asquerosos de todas las nacionalidades que pagan por ver fotos o vídeos de infancia desnuda o por abusar sexualmente de ella. No se habla de que la explotación sexual existe porque existe un negocio de la prostitución donde todo vale, hasta la infancia.
Tres, aquí y allí, se decía de forma insistente: “¡Hay que deportar a los violadores paquistaníes”. Y es ahí cuando ves que, realmente, las víctimas importan un carajo y que les dan igual las agresiones. De ser así, fuera todos los violadores, ¿no? ¿O si son británicos, no, porque quizás alguno sea colega? Pero claro, ¿dónde los deportas? Porque si no quieres ocasionar más violaciones, si es lo que te preocupa, no se lo vas a pasar a otras mujeres o niños o niñas. ¿O al final hay un tema de fondo de propiedad de “a las mujeres de aquí no, que son las nuestras”? Esto tiene un tufo vomitivo por todos lados, donde tratáis a las víctimas como si fueran basura.
Al final se desvelan ellos mismos. El feminismo sigue donde siempre, con el derecho y la reparación. No pide deportaciones sino justicia. No quiere violadores ni quiere más víctimas. Ahí estamos muchas personas, en la condena total y repulsa a toda explotación sexual la haga quien la haga. Otros mientras, seguirán dándose golpes patriotas en el pecho, mientras quizás en la otra pantalla de fondo están buscando vídeos porno o contactos de jovencitas o niñas en la complicidad del negocio del abuso sexual.
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