Opinión
Flautistas de Hamelin y Trumpetistas de la Casa Blanca
Profesor de Ciencia Política en la UCM
En un mundo en ebullición, con huelga de guionistas políticos y con constantes zigzag en la trama -a menudo descabellada-, el único faro que vale es la coherencia ideológica.
No es extraño que quien improvise sobre la marcha caiga por el precipicio que amenaza escondido tras las bandera o siga la melodía que toca el flautista de los medios y redes camino de ahogarse en un río que apenas tiene agua. Pura cacofonía. Ahora, además de flautistas hay trumpetistas.
En Alemania -donde está Hamelín- acaba de ser derrotada una ley antiinmigración que apoya la CDU (el PP alemán, pero sin nostalgias por Hitler, como en España les pasa con Franco) y Alternativ für Deutschlad (el VOX teutón que, como a los ultras españoles, aquí sí, se les eriza la piel con el recuerdo de los supremacistas que bombardearon Londres, Carabanchel, Gernika, Stalingrado, Varsovia o París).
Para sorpresa de nadie, la izquierda de Sarah Wagenknech (que estuvo en Die Linke y ahora se autodefine como una conservadora de izquierdas) votó en el Parlamento esta ley de migración junto a la derecha nazi de Alternativa por Alemania, mientras que 12 diputados conservadores decentes se ausentaron. El enfado de la antigua Canciller Angela Merkel con la alianza de su partido con los nazis ha supuesto un terremoto, como aquella vez que en un mitin de su partido le quitó una bandera de Alemania a un tipo que la agitaba como Abascal sus calzoncillos ribeteados con la roja y amarilla. Esa bandera, le dijo al político hooligan, es de todos los alemanes y no solo de los conservadores. Así, casi da gusto.
Es verdad que no nos olvidamos de lo que Merkel le hizo a Grecia, (y, de paso, a toda Europa con sus planes de estabilidad) pero que esta señora está a años luz en decencia frente a su sustituto en el partido, Friedrich Merz, es de reseñar. Que la derecha y la izquierda alemanas rompan el cordón sanitario frente a los que harían una rave o un picnic en Auschwitz, es otra señal de la deriva del continente europeo, un espacio donde floreció un día la filosofía y hoy va camino de querer repetir la etapa más negra de la historia de Europa. Que nadie dude de que si un influencer descerebrado convoca una pijamada en un campo de concentración, la convocatoria desbordará cualquier previsión.
En EEUU, Donald Trump autoriza aranceles imposibles del 25% a sus socios con los que comparte frontera, Canadá y México, prometiendo reventar la propia economía norteamericana y, de paso, la mundial. En el mismo momento, manda a su negociador especial, Richard Grenell, a pactar con Nicolás Maduro, a quien de facto reconoce como Presidente de Venezuela. Maduro le brinda la mano a los EEUU y le ofrece una “agenda cero” donde Washington deje en paz a Caracas y comiencen una etapa de relaciones pacíficas y sin sanciones. Que han empezado a negociar lo demuestra que Caracas ha excarcelado a seis delincuentes estadounidenses.
Edmundo González, el que dice que ganó las elecciones pero nunca ha enseñado los resguardos de las 30.000 mesas con su supuesta victoria, le pidió a Trump que no mandara ningún emisario a negociar con Maduro. Mucho caso no le ha hecho. ¿Cómo va a repetir el presidente de los EEUU la estupidez de pensar que un Guaidó 2.0 va a solventar ningún problema? Además de que Maduro es el único líder que lleva mucho tiempo mandando aviones a EEUU para que regresen venezolanos a su país. Por ahí no van a discutir.
Sin embargo, este comportamiento errático de la Norteamérica de Trump no agarra por sorpresa a quienes tienen magnetizada la brújula ideológica o le han recargado las pilas al radar de las ideas. Nicolás Maduro tiene absolutamente claro quién es Trump y quiénes son los EEUU. Y, a diferencia de lo que muchos países del entorno han hecho con Venezuela, no busca solamente una relación cómoda con el gigante del norte, sino que va a seguir peleando por una agenda donde se respete la soberanía de todo el continente.
Claro que desde Venezuela van a celebrar que se puedan revertir las más de 900 sanciones que le permitirá crecer a mayor velocidad (más del 10% el año pasado), lo que, a su vez, permitirá incrementar el regreso de los venezolanos que ya están volviendo al país después de los años duros de la crisis provocada por el bloqueo.
Es evidente que desde Venezuela van a celebrar que la oposición que permitió -entre otros, Juan Guaidó, Edmundo González, María Corina Machado y Leopoldo López- que les robaran CITGO, el oro en Londres y aviones y cuentas bancarias se vaya al basurero de la historia. Solo así podrá nacer una oposición decente en Venezuela que deje de buscar la salida golpista y dispute en buena lid y con respeto a la Constitución el gobierno del país.
Es igualmente evidente que desde Venezuela van a celebrar que puedan comerciar con cualquier país, de manera que dejen de pagar a precio de oro cualquier suministro, la mínima válvula, una bomba para un pozo o un medicamento contra la diabetes que les ponía en manos de los malhechores que pululan en el mundo sin escrúpulos de la globalización.
Pero no se olvidan de en qué momento está el mundo y cuáles son los intereses de los EEUU, más allá de todo lo que puede desbaratar el Presidente del pelo naranja. Con Obama, con Biden y ahora con Trump, estamos en un mundo sin reglas. Contrasta que el discurso contra China en los documentos militares y diplomáticos estadounidenses –“hay que respetar que vivimos en un mundo con reglas”- se quiebra constantemente por los mismos que lo cacarean. El concepto de un "mundo basado en reglas" (rules-based international order) ha sido uno de los pilares fundamentales del sistema internacional creado por el mundo occidental desde el final de la Segunda Guerra Mundial, especialmente a partir de la creación de instituciones como las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio. Este sistema se basa en la obligación de respetar mutuamente el derecho internacional, la diplomacia, el comercio libre y “justo”, y la resolución pacífica de disputas. Todos principios que favorecían la hegemonía estadounidense y europea. Son estos países, precisamente, quienes los han quebrado cuando su respeto les perjudicaba.
El mundo basado en reglas se invalida con la autorización gringa a entrar en la embajada de México en Quito a secuestrar a Jorge Glass. Se quiebra cuando se espía a todo el mundo, incluidos los socios, con motivos geopolíticos o de espionaje industrial; se rompe cuando un millonario se comprar una red como Twitter y la pone al servicio de otro millonario para que gane las elecciones; cuando se desconoce por EEUU y la Unión Europea el resultado electoral en países que no son sumisos; cuando se permite el genocidio en Palestina y se prohíben incluso las banderas de ese país en suelo norteamericano o europeo; cuando se prohíben medios de comunicación por “propagar fakes” al tiempo que se deja que las redes mientan todos los días e influyan en los resultados electorales; cuando se congelan bienes de otros países o personas según el interés de las potencias; cuando se imponen sanciones a países que no obedecen y se impide que se pongan sanciones a Israel; cuando EEUU se retira de los organismos internacionales como los Acuerdos de París, la UNESCO, los Tratados Nucleares o la Organización Mundial de la Salud, además de establecer unilateralmente sanciones y bloqueos.
Trump amenaza con sanciones a todos los que le han comido de la mano -pienso en Canadá y en la Unión Europea- y parece respetar a quien le ha plantado cara e, incluso, ayer prometió invadir. Aunque nadie sabe qué hará dentro de un mes, dos semanas o pasado mañana. Adelantar con lo que hace hoy Trump comportamientos futuros es como saber qué va a votar el PP en los próximos días: depende de lo que digan los presagios.
En cualquier caso, y visto igualmente que en la polémica con el Presidente Petro se hicieron valer las exigencias del Presidente colombiano, quizá es un buen momento para que en España reflexionemos para qué ha servido humillarnos ante Biden y Trump si, por lo visto, al menos en este arranque de temporada, con los EEUU sirve más hacerte respetar. Sin olvidar que, si uno tiene clara su ideología, todos saben lo que vas a hacer: los gobernantes extranjeros, tus militantes y votantes e, incluso, lo que no es menor, tu propio pueblo. Y en vez de ser comparsas de una mala película, podríamos ser actores de una historia de dignidad que hemos dejado pasar.
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