Opinión
Mujeres gitanas: 600 años de resistencia

Por Sara Giménez
Directora general de la Fundación Secretariado Gitano
Se cumplen 600 años de la presencia del pueblo gitano en la península ibérica y, sin embargo, los gitanos, y especialmente las gitanas, seguimos siendo invisibles. No estamos en los libros de texto, no hay figuras gitanas femeninas que aparezcan como referentes. Existe un profundo desconocimiento sobre nuestra historia y nuestra cultura, sobre las aportaciones que hemos hecho en la construcción de la sociedad española. Por eso, este 8M quiero rendir un homenaje a nuestras predecesoras, mujeres gitanas referentes, invisibles para la sociedad mayoritaria, pero tan importantes para quienes hemos visto en ellas a mujeres pioneras y valientes.
Han sido muchos los intentos de homogeneización cultural que, de una manera u otra, buscaban acabar con la identidad del pueblo gitano. La dura historia de rechazo y antigitanismo que hemos vivido los gitanos y las gitanas a lo largo de estos seis siglos ha obligado a muchas mujeres gitanas a dar un paso al frente para defender a sus familias, sus valores y su identidad.
Quiero recordar con cariño y admiración a esas mujeres luchadoras indomables que Raúl Quinto describe tan magníficamente en su libro Martinete del rey sombra (Premio Nacional de Narrativa, 2024), sobre un episodio tan duro, y tan poco conocido, de la historia del pueblo gitano como fue la Prisión General de los Gitanos o Gran Redada, donde las mujeres gitanas tuvieron un papel protagonista. ¿Por qué no se conoce la figura de Rosa Cortés?, mujer valiente, que lideró una revolución dentro de la Casa de la Misericordia en Zaragoza y llevó a cabo junto a otras mujeres gitanas varios intentos de fuga. Rosa Cortés, como tantas otras mujeres gitanas que deberían estar en los libros de texto como parte de nuestra historia, ha sido invisibilizada por el hecho de ser gitana.
Sin embargo, su legado es para mí un orgullo; su fuerza, su resistencia frente a quienes pretendían, una vez más, acabar con la identidad del pueblo gitano, me hace sentirme todavía más orgullosa, si cabe, de ser gitana.
Pero no hace falta ir tan atrás en la historia para encontrar mujeres gitanas referentes. Nuestras abuelas, nuestras madres, nos han transmitido valores que hoy identificamos como feministas: para nosotras, las gitanas, la crianza colectiva, las redes de apoyo, el enfoque comunitario y de cuidados, la solidaridad, han formado y forman parte de nuestra idiosincrasia y de nuestra manera de entender la vida. La mujer gitana ha sido pionera. Cuando muchas otras mujeres se dedicaban al hogar y a su familia en exclusiva, ellas también trabajaban fuera de casa, como temporeras o en la venta ambulante, principalmente.
Las mujeres gitanas nos enfrentamos a múltiples barreras en nuestro día a día. El techo de cristal tiene para nosotras varias capas. La pobreza, la exclusión, la discriminación… Pesa sobre nosotras una imagen estereotipada que nos invisibiliza en los espacios públicos, que impide ver nuestra diversidad y que nos vincula muchas veces con la marginalidad y la criminalidad, perpetuando así prejuicios que afectan a nuestra dignidad y a nuestros derechos.
Una imagen estereotipada estática, que tanto daño nos hace, porque no refleja los importantes cambios personales y sociales que hemos vivido. La vida de las mujeres gitanas es más compleja de lo que el imaginario colectivo trata de representar. En esa heterogeneidad, encontramos mujeres en todas las profesiones, con diversidad de situaciones sociales y distintas realidades. Pese a los prejuicios, las mujeres gitanas, como el resto de mujeres, vamos conquistando mayores cuotas de poder y reclamamos la igualdad, tanto dentro como fuera de nuestros hogares.
Por eso, para quienes no hemos seguido el patrón establecido y nos salimos de la imagen preconcebida de mujer gitana que tiene la mayoría de la sociedad, vivimos una contradicción permanente, luchamos por ocupar espacios de responsabilidad y, al mismo tiempo, reivindicamos nuestro orgullo de ser gitanas. Las mujeres gitanas encontramos en la lucha por la igualdad una oportunidad de cambio y de transformación social, que no sería posible sin sumar en esta lucha también a los hombres.
No creo en los feminismos de primera y de segunda clase. Como mujer y gitana, defiendo un feminismo inclusivo, donde todas las voces y visiones estén representadas, también las de las mujeres gitanas; un feminismo basado en la igualdad real, que sirva para progresar. Por eso creo que el mejor feminismo para las mujeres gitanas hoy viene de la mano de la educación. La principal herramienta para nuestro avance social, para salir de la pobreza que nos atraviesa, para ganar autonomía, para ocupar espacios de responsabilidad, para luchar contra la discriminación o para tener una participación activa en la sociedad, nos la da la educación. En definitiva, es la llave que nos permite decidir ser lo que cada una quiera ser.
Alcanzar un nivel educativo suficiente es el gran reto hoy en día para el pueblo gitano, y especialmente para las mujeres y las niñas gitanas. La grave desigualdad educativa está en la base de las múltiples desigualdades que afectan a las mujeres gitanas hoy, en el acceso a un empleo, a una vivienda digna, o en la lucha contra la discriminación, entre otras. Y en este gran reto educativo, hay responsabilidades compartidas, tanto de los poderes públicos como de las familias gitanas, pero con niveles diferenciados. La garantía del derecho a la educación corresponde a los poderes públicos, y con las familias gitanas hay que seguir trabajando; y aquí mi compromiso es firme, porque estoy convencida de que mejorar el nivel educativo es la mejor manera de defender al pueblo gitano y a su cultura.
En este año tan especial, el 600 aniversario de la llegada del pueblo gitano a la península ibérica y coincidiendo con el 8M, quiero agradecer y reconocer la lucha de todas nuestras predecesoras, de nuestras mayores que, de manera casi invisible para la sociedad, han sabido mantener rasgos culturales y elementos identitarios a la vez que han sido impulsoras de fuertes transformaciones dentro del pueblo gitano. Pero también reivindico la igualdad de oportunidades para las mujeres y las niñas gitanas, y para todas aquellas mujeres que se enfrentan a múltiples barreras en su camino hacia la igualdad. La historia nos ha obligado a las mujeres gitanas a enfrentar situaciones de rechazo, desigualdad e invisibilidad, y hemos sabido resistir. Es hora de que se conozca, y reconozca, nuestra historia y nuestra cultura, y de que la igualdad de los gitanos y, sobre todo, de las gitanas, sea una causa común de la sociedad y los poderes públicos que favorezca la convivencia.
Tras 600 años de historia compartida, aquí estamos las mujeres gitanas. Siguiendo nuestras huellas, continuando nuestra historia.
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