División entre los países de la UE por el plan de "rearme"
España e Italia piden cambiar el nombre al plan de Von der Leyen y ponen en cuarentena el el paquete multimillonario de Kaja Kallas sobre Ucrania.

María G. Zornoza
Bruselas--Actualizado a
"A mí el término rearme no me gusta en absoluto". Así llegaba Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español, al Consejo Europeo. La cumbre de primavera se ha celebrado apenas 24 horas después de que Ursula von der Leyen presentara su plan rearme, que busca movilizar hasta 800.000 millones de euros para acometer el mayor gasto militar en el Viejo Continente desde la Segunda Guerra Mundial. España junto a Italia piden cambiar el término por otros menos agresivos, como seguridad y defensa. También, junto a Francia, ponen en cuarentena el Plan Kallas que busca una ayuda masiva a Ucrania.
No estaba llamada a ser una cumbre europea de grandes decisiones. Pero en el menú había muchos y muy espinosos temas: la defensa del continente, el apoyo a Ucrania, el drama migratorio, la cumbre del euro, el desafío de la competitividad o la guerra de Gaza. Pero sí era cumbre destinada a tomar la temperatura de las posiciones nacionales en un momento en el que se están estableciendo los pilares de la arquitectura de la UE de la Seguridad y la Defensa.
Los países del sur, con una historia, geografía y cultura particulares, cuentan con sensibilidades diferentes a los vecinos de Rusia. La amenaza inminente sobre un ataque de Putin en territorio OTAN que perciben en el este no llega al sur. Y los líderes de estos países, conscientes de las sensibilidades de sus opiniones públicas, maniobran por edulcorar el debate. El lenguaje importa. Pedro Sánchez y Giorgia Meloni piden a Von der Leyen rebajar el tono y renombrar su Plan Rearme. "No comparto ese término en absoluto", ha señalado el español pidiendo dirigirse a los ciudadanos "de otra manera cuando se habla de la necesidad de mejorar la seguridad y las capacidades de defensa europeas". Una posición que también defiende la ultraconservadora Giorgia Meloni.
"No me gusta el término rearmar, me parece que es una aproximación incompleta. La defensa se puede explicar en un paraguas mucho más amplio que es el de la seguridad. Las amenazas que tiene el sur de Europa son algo diferentes a las del este de Europa", ha explicado el inquilino de La Moncloa en rueda de prensa pidiendo ampliar el término y las inversiones en defensa a temas como la ciberseguridad, los ataques híbridos, la lucha contra el terrorismo, las conexiones satelitales, la computación cuántica o la Inteligencia Artificial. Preguntada sobre el debate nominativo, Ursula von der Leyen ha lanzado balones fuera. "El enfoque que estamos adoptando es preparación para 2030. El concepto se ha madurado y ampliado", se ha limitado a asegurar la presidenta de la Comisión.
Pero la del lenguaje no es la única batalla en la que coinciden Madrid y Roma. Ambas capitales han pisado el freno -también potencias como Francia- al bautizado como Plan Kallas, que busca movilizar hasta 40.000 millones de euros para dotar a Ucrania con una ayuda "sostenible" y "predecible". Lo que ha abierto la caja de Pandora es el reparto de cargas: la Alta Representante y países nórdicos y del este piden que las aportaciones se lleven a cabo en función del PIB y peso de cada país. A España le correspondería contribuir con 3.000 millones de euros; a Italia casi con 5.000. "Sé que hay preocupaciones muy presentes con los déficits presupuestarios en muchos países europeos", reconocía a su llegada a la cita la ex primera ministra estonia. Con estas resistencias, la jefa de la diplomacia comunitaria ha reducido sus ambiciones pidiendo por el momento un "plan realista" de 5.000 millones de euros destinados a enviar munición para que las tropas ucranianas luchen en el frente.
Un elefante y un león
Los líderes europeos se han resignado a su realidad política. El elefante en la habitación es el habitual Víktor Orbán. Las cumbres eternas en las que los 26 pasaban horas intentando disuadir al húngaro para que no vetase o bloquease el texto de conclusiones finales han quedado atrás. Bajo la batuta del nuevo presidente del Consejo, António Costa, la fórmula para evitar que Budapest eclipse todos los debates y titulares ha sido aprobar los documentos -que son declaraciones de intenciones pero no medidas concretas- sobre el apoyo a Ucrania a 26.
Durante la cita, los países del Este han aprovechado la ocasión para intentar dar impulso a la entrada de Ucrania en el bloque comunitario. Algunos como Lituania ponen fecha: debería producirse el 1 de enero de 2030. "Veto. Suficiente es suficiente. Preguntaremos al pueblo húngaro sobre la entrada de Ucrania a la UE. No podemos tener ninguna posición común sobre ello hasta entonces", ha respondido el primer ministro magiar que se ha referido a sus socios comunitarios como "leones sin dientes". El líder del Fidesz ha asegurado que dentro de la sala hay más Estados miembros que pesan el freno a la hora de abrir las puertas a los ucranianos.
El fantasma que ha planeado durante la cumbre es el de las acuciantes negociaciones entre Vladimir Putin y Donald Trump para pactar una tregua temporal -y ahora también parcial- en Ucrania. El primer ministro sueco Ulf Kristersoon se ha mostrado "cautelosamente optimista" sobre los esfuerzos en vigor para poner fin a la guerra. "EEUU quiere hablar, Ucrania también, pero nadie sabe lo que Rusia quiere. Es el momento de que se pronuncien no que impongan un 'si' o un 'pero'", ha criticado.
La sensación que se impone en Bruselas es que las negociaciones reales todavía no han comenzado y, por tanto, los europeos todavía tienen tiempo para hacerse con un sillón en la mesa de negociación. Pero lo cierto es que hasta la fecha la UE no cuenta con ese espacio ni con siquiera un equipo o un representante que daría voz al bloque llegado el momento. "De las conversaciones con Washington sabemos que son maniobras dilatorias para continuar con sus objetivos neoimperialistas. Lo que necesitamos es un alto al fuego completo", ha afirmado Sánchez ante los periodistas.
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