Opinión
España es rotunda: ni caza ni toros

Por Juan Ignacio Codina Segovia
Periodista, escritor y Doctor en Historia Contemporánea
En los últimos quince o veinte años la tendencia en nuestro país ha sido muy clara. En este periodo los y las españolas hemos desarrollado una mayor conciencia y preocupación ante la suerte que corren los animales, su protección y sus derechos, considerando mayoritariamente que sienten dolor, miedo o placer, así como otras tantas emociones semejantes a las que sentimos los animales humanos. Esta percepción de cercanía entre humanos y animales marca un antes y un después en la evolución del pensamiento animalista en España. Algo que, en esta misma línea, conduce a que una mayoría de españoles considere que los animales poseen, a la luz de los avances científicos y éticos, capacidades cognitivas similares a las nuestras, así como recuerdos, memoria o lenguaje propio. Esta concepción resultaba impensable no hace tanto tiempo.
Así lo evidencia un estudio de la Fundación BBVA, recientemente publicado, que precisamente aborda cuál es la percepción de la ciudadanía española al respecto de los animales y la naturaleza, analizando la evolución de esta percepción entre 2008 y 2025. Como se concluye en este trabajo la tendencia, en este periodo, no deja dudas: cada vez somos más los españoles y españolas que apreciamos y respetamos a los animales por sus capacidades sensitivas y cognitivas, y que rechazamos su uso, explotación o maltrato en los espectáculos taurinos o en la caza deportiva.
Las conclusiones de este trabajo resultan demoledoras. Aunque como sociedad todavía nos queda por delante un largo camino por recorrer en el necesario avance en la defensa y la protección de los derechos de los animales, la positiva evolución registrada en apenas quince años es sin duda digna de subrayar y, sobre todo, esperanzadora.
Así, según este estudio, el rechazo mayoritario a prácticas como las corridas de toros (con un grado de aceptación social tan solo de un 1,8 sobre 10) o la caza deportiva (con sólo un 1,6 sobre 10), evidencia el avance en cuanto a la defensa de los animales de nuestro país. Dicho de otro modo, España, por una abrumadora mayoría, dicta sentencia: la tauromaquia cuenta con un grado de desaprobación de un 8,2 sobre 10, mientras que la caza es desaprobada en un grado de 8,4.
Algo muy similar sucede al respecto de los circos con animales (con una desaprobación del 8,6 sobre 10); con la utilización de animales, generalmente toros, becerros o vaquillas, en las fiestas locales (con una desaprobación que alcanza el 8,7 en una escala de 0 a 10); con la experimentación en animales con fines cosméticos (también con una desaprobación de 8,7 sobre 10), o con la industria peletera (con un índice de desaprobación que en este caso se eleva hasta el 9,1).
Parece clara la sentencia, y resulta mayoritaria: España ya no consiente determinadas prácticas que suponen flagrantes casos de abusos y crueldades cometidas sobre los animales. No obstante, todavía, como ya se ha dicho, queda bastante camino por recorrer. Esto se evidencia en los casos de la explotación animal para la industria alimentaria o de la experimentación médica con animales.
Cuando a la población se le toca el paladar, entonces los animales son mayoritariamente vistos como meros recursos para el placer gastronómico, un "placer" generado por una industria que tal vez sea la más cruel de todas.
Por otra parte, la encuesta también arroja datos muy interesantes, matices que mapean sociológicamente a nuestro país en cuanto a nuestra relación con los animales. Así, factores como las creencias religiosas, la edad, el sexo y la orientación política se convierten en elementos clave que condicionan la percepción sobre el sufrimiento animal.
Por ejemplo, son las mujeres las que mayoritariamente rechazan los abusos cometidos sobre los animales, mientras que, muy al contrario, el grado de aceptación de la cosificación y la crueldad hacia los animales es mucho mayor entre los hombres.
Además, desde el punto de vista ideológico, la dualidad progreso/conservadurismo también acentúa la distinción: según este estudio, la ciudadanía progresista apuesta claramente por condenar la crueldad hacia los animales, mientras que los elementos más conservadores la apoyan o, cuando menos, no la rechazan.
Esto último no debería ser ninguna novedad puesto que históricamente existe una tendencia muy clara que demuestra que, en nuestro país, los movimientos reformistas, regeneradores, aperturistas y europeizantes, es decir, progresistas, han condenado siglo tras siglo la crueldad ejercida sobre los animales. Y al revés. Los sectores conservadores, reaccionarios e inmovilistas se opusieron al progreso (por definición, esa es su razón de existir), incluido el progreso de ampliar el círculo de compasión y de derechos hacia los animales.
Así, de un lado podemos hablar del Renacimiento, del Siglo de Oro, de la Ilustración, del Regeneracionismo o de la Generación del 98, con marcadas posiciones a favor de los animales y su protección. En el otro lado, los sectores más casposos, religiosos y conservadores siempre se han comportado obstaculizando el progreso y promocionando la crueldad hacia los animales (tal vez el oscuro reinado de Fernando VII y su fomento de la tauromaquia sea el mejor ejemplo de esta tendencia).
Por tanto, el citado estudio confirmaría la ya conocida ecuación: no existe progreso posible si ese progreso no incluye a los animales. De los conservadores, por su parte, poco se puede decir. Pretenden que nada cambie porque cualquier avance supondrá una merma de sus privilegios. Eso por no hablar de los poderosos lobbies económicos que están detrás de la perpetuación de la crueldad hacia los animales en cualquiera de sus formas (tauromaquia, caza, alimentación…).
Otro dato interesante que nos brinda esta encuesta se refiere a las creencias religiosas. Así, desde el punto de vista religioso el estudio indica que, a mayor creencia (es de suponer que el trabajo se refiere al catolicismo, creencia mayoritaria en España), menos conciencia hay al respecto de los animales. Resulta cuanto menos curioso que una religión fundamentada en universales valores como caridad, compasión, amor y bondad se pase estos valores por el forro cuando se trata de animales.
Por su parte, la edad es otro factor interesante. Más edad implica, según este trabajo, una menor consideración hacia los animales. Más juventud, por su parte, exactamente lo contrario. Este es un factor sumamente esperanzador.
Finalmente se plantean otras cuestiones muy considerables. Especialmente la importancia que la encuesta otorga hacia los llamados Estudios Animales (Animal Studies en inglés) y su contribución a la hora de cambiar la percepción de la ciudadanía al respecto de los animales. Trabajos académicos en disciplinas humanísticas como la ética, la filosofía, la historia o el derecho, que han logrado crear una base teórica, científica, académica y de conocimiento sobre la que se fundamenta la defensa de los derechos de los animales, y que la ciudadanía ha hecho suya.
Esto, como decimos, resulta especialmente relevante. Frente a todos esos a los que se les llena la boca criticando el progreso social utilizando conceptos tan indeterminados como woke o buenismo, los Estudios Animales les tapan sus bocazas. Además, nada de esto es nuevo. Ahora es mayoritaria, pero desde un punto de vista histórico, en España ha existido y existe una longeva y tradicional cultura de la defensa y protección de los animales. De hecho, desde los siglos XV y XVI encontramos importantes muestras de ello. Y ha sido una constante en nuestra cultura hasta el punto de que, en 1872, se creó en nuestro país, en Cádiz, la primera Sociedad Protectora de Animales y Plantas.
Tal vez sin esa tradición histórica y cultural a nuestras espaldas, no podríamos estar donde estamos ahora, donde las conclusiones del citado estudio nos ubican. La sentencia está dictada: una mayoría de la ciudadanía española rechaza determinadas prácticas o costumbres por la crueldad que suponen sobre los animales.
Llegados a este punto la pregunta está clara: ¿hasta cuándo nuestros representantes públicos van a desoír a esta mayoría? No es una pregunta retórica, debemos exigir respuestas.
Mientras tanto, desde la esperanza, pero también desde la responsabilidad de saber que nos queda un arduo camino por delante, sigamos progresando, afrontemos con determinación cuestiones que sin duda nos atañen a todos y a todas como sociedad. Reclamemos justicia también para los animales. Y recuerden, no existe progreso si este no incluye a nuestros compañeros de planeta.
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